¿Y ahora qué? Nadie lo sabe. Ni siquiera se intuye. Una parálisis emocional atenaza cada despertar. Lo hace en la economía, en la acción política, en la conciencia ciudadana. Nada peor que la incertidumbre, la inseguridad o el aturdimiento. La sacudida del vendaval trumpista desarbola toda previsión mínimamente sensata y alienta el fantasma de la recesión. La parálisis se hace dueña de la situación, incluso más allá de esos impredecibles 90 días pausados y de los “ecos transitorios”. Como si articularan otro latido paralelo a esta realidad tenebrosa, los tribunales y las denuncias escabrosas siguen coqueteando con su acendrado protagonismo. Eso sí, nada comparable con la peripatética irrupción en el Senado de la exesposa del investigado Koldo con un disfraz que rasgó la mínima decencia exigible. O, simplemente, ya no hay límite para la ignominia.

En medio de semejante maraña, Pedro Sánchez ha dejado su impronta. Adalid del multilateralismo, lo ha demostrado en pleno epicentro de la tormenta. Tanto que parece haber desafiado a EE.UU., acercándose idílicamente al chino Xi. Propio de su arrojo, hasta quizá haya ido demasiado lejos si se compara con la estrategia más contemplativa y prudente que prefiere la UE en tan incierto contexto comercial. Sobre todo, porque el elocuente mensaje de su intencionado viaje le ha coincidido con la rectificación del histriónico mandatario norteamericano. Pero, sin duda, con su paso al frente, el líder español ha abierto la compuerta a un debate geoestratégico de calado para un futuro inmediato. No se lo reconocerá el PP, envuelto en sus propias digresiones sobre galgos o podencos cuando se trata de propiciar una respuesta de Estado a la locura arancelaria que tanto pánico socioeconómico sigue causando. La huella y la imagen quedan.

Ya en casa, nadie debería temer por el resurgimiento siquiera ocasional del bipartidismo. Lo impide esa descarnada guerra partidaria que desbarata el puntual entendimiento entre el ministro Cuerpo y el popular Juan Bravo. Los enfrentamientos dialécticos, cuando no patéticos, con Montero y Bolaños como blancos de la diana en los plenos de control en Cortes retratan la temperatura de la afrenta que se superpone a la conquista compartida de cualquier bien superior. Ahí queda como muestra el reparto de menores inmigrantes. No suena menos atronador el ruido en la otra izquierda. La irrupción de la candidata Montero dinamita toda opción al principio del diálogo entre iguales. La estrategia pablista pulveriza de tal manera el anhelo integrador que hace enmudecer no solo a Sumar sino especialmente al PSOE. Es bien sabido que una desintegración de la teórica izquierda transformadora pondría un futuro gobierno en manos de Feijóo, incluso sin aditivos tóxicos para su imagen. Es tal el grado de animadversión personal y de egocentrismo que destila la personalista cúpula de Podemos que dicho desenlace electoral puede ocurrir sin fórceps.

Los líos judiciales

Tampoco la demostrada impudicia de Ábalos y su cohorte ayuda a la distensión política. Sus cohechos tan palmarios se acumulan hasta la turbación. El nepotismo aflora como moneda de uso común. A falta de otros alicientes detonadores, las nuevas desventuras en torno a las cuantiosas ayudas económicas a Air Europa meten de lleno en el lío a la mujer del presidente. Los pasillos de Adif son una avenida del chascarrillo desde hace meses. Las investigaciones de la UCO siguen aportando un inagotable caldo de cultivo para el desgaste mediático que tanto compromete el discurso socialista. En la vía contraria, las maquinaciones empresariales del novio comisionista de Ayuso que no despejan las sospechas, aunque sí confirman que dispone de uno de los asesores fiscales más altruistas de este gremio. La presidenta madrileña se las ingenió para aislarse del ruido garantizándose en Ecuador un pintoresco protagonismo en la campaña electoral del derechista Novoa. Y en ese marco judicial, otra vuelta de tuerca del Supremo contra Puigdemont. Nada comparable con la tormenta que asedia en tribunales a la irresponsable Generalitat de Mazón por culpa de la dana mortal. Las declaraciones exculpatorias de dos imputados, precedidas de esos gritos de “asesinos” que deben destrozarte emocionalmente, eran previsibles. Son un primer ensayo del viacrucis que les aguarda. Queda en el calendario la llegada aterradora del juicio oral. Será entonces cuando en la dirección del PP todos cruzarán los dedos para que la sacudida no derribe demasiados cimientos, esos mismos que ahora se sostienen tortuosamente socavados por dudas y remordimientos.