La madeja se enmaraña. Aldama, aireando su basura. Ábalos, atrapado. El fiscal general, a por la UCO. Begoña Gómez, desairada. El socialismo madrileño, en el psicólogo. El artero MAR, por fin, ante un juez siquiera como testigo. La (ultra)derecha, a navajazo limpio despreciando a los migrantes. El PP convirtiendo el Senado en una patética ópera bufa mientras no acierta a esconder su vergüenza por la desvergüenza del lapidado Mazón. Y, pese a tanta mugre, un Gobierno que resiste con malabarismos desde la debilidad propia y la de su oposición, pero con una economía envidiada en Europa.
Son tiempos de contener el aliento. Hay propensión al sobresalto. Le ocurre especialmente al PSOE, asaeteado por los cuatro costados. El ventilador de un malévolo comisionista intranquiliza –con fundamento– hasta la exasperación. Cada mañana resulta un sinvivir por el goteo selectivo de imputaciones, mientras se sigue a la espera morbosa de las pruebas de esos móviles encriptados. Una gota malaya alentada por la repugnancia social que provocan las corruptelas y golferías de un ramillete de cuatreros y que tiene la incondicional caja de resonancia de todo un batallón conjurado en aprovechar tan magna ocasión para erosionar al límite el poder socialista. De hecho, con la próxima comparecencia del acorralado Ábalos continuará el serial de las emociones fuertes. Nada peor que el desquite entre amigos enfadados.
Dentro de la inagotable cartelera judicial, la futura declaración del maquiavélico ideólogo de Ayuso augura un fundado riesgo de que acabe desilusionando a sus enemigos. Paradójicamente, nadie le ha acusado de filtración. El fiscal general, por ejemplo, no puede decir lo mismo, aunque MAR mintió a sabiendas. Tan deplorable artimaña hasta le permite pavonearse de haber metido con indudable éxito la soga en la casa del ahorcado. El desmoronamiento del socialismo madrileño resulta innegable. Los flagrantes errores en el manejo de esta soterrada batalla –espurio desde La Moncloa y desleal desde el ingenuo Lobato– reabren esas heridas mal curadas en una afiliación históricamente propensa al cainismo y que recibe, otra vez sin pedirlo, la voluntariosa irrupción en este caso del bombero Óscar López para apagar semejante incendio.
En Madrid, hay PP para rato. A ello seguirán contribuyendo sin visos de enmienda la animadversión que genera en amplios sectores la figura de Sánchez, el inagotable populismo de la actual presidenta pegada a la calle y el empecinamiento de la izquierda en su división y su erróneo mensaje. Una mezcolanza voluntariamente agitada por medios siempre escorados hacia el mismo lado.
Feijóo no tendrá la misma suerte, en cambio, en Valencia. Mazón tiene la culpa. Este penoso dirigente, blanco mayoritario de las iras en su propia tierra, supone un cáncer electoral para los populares. En Génova lo saben, pero prefieren mirar hacia otro lado en la creencia ingenua de que los ciudadanos repartirán entre PP y PSOE las culpas de tan insolvente gestión por la dana y así amortiguarán el impacto del desastre, que se da por asegurado cuando lleguen las próximas urnas. Incluso, las intervenciones de algunos cargos del partido echan más leña al fuego. Sirva como ejemplo la funesta comparación que la senadora Teresa Belmonte estableció entre el dolor que representan la dimisión de dos consejeras y los damnificados de la riada. Una causa insuperable para justificar su inmediata destitución por insensibilidad humana e incompetencia manifiesta. No obstante, seguirá en su escaño.
Espectáculo en el Senado
En el Senado hay tanta agitación o más que en el Congreso, pero hay menos cámaras y periodistas para contarlo. Con su mayoría absoluta, el PP lo ha convertido en un cortijo particular desde donde trata de minar sin piedad al Gobierno. En ocasiones, hasta se le va la mano. En la penúltima sesión, decidió convertir esta Cámara en un patio de colegio de niños enrabietados para incredulidad del aforo restante. Fue una imagen humillante para la esencia representativa y el decoro de esta institución. Un coro de voces fue respondiendo entusiásticamente a cada una de la riestra de imputaciones que afectan a dirigentes socialistas y familiares. No pararon de reírse sus autores mientras componían una escena espeluznante que todavía ningún dirigente medianamente sensato del principal partido de la oposición se ha atrevido a ofrecer una mínima disculpa. Así las cosas, entre filtraciones, histerismos y delaciones nadie deja de dar la nota.