Después de vivir lo más duro, un día te rompiste.

–Pues sí. Salí de la UCI porque necesitaba cambiar de puesto. Empecé a trabajar en Urgencias, y tenía pesadillas por las noches, me daban mareos cuando iba a trabajar, antes de salir lloraba en casa... Yo no era así. Era una persona muy sonriente y desapareció esa sonrisa de mi cara. Y ya me di cuenta de que era sintomatología de estrés postraumático.

Y tuviste claro que necesitabas ayuda profesional.

–Creo que todos nos conocemos a nosotros mismos y por eso somos los primeros en detectar que te ocurre algo serio. Y cuando te pasa, hay que darse cuenta de que tu cuerpo y tu mente han dicho basta.

Muchas veces, el entorno no lo acaba de entender.

–Ni siquiera el sanitario, como el mío. Algunas amigas no me comprendían. Y yo me preguntaba qué queda, si ellas, que habían estado conmigo viviendo lo que yo viví, no lo entendían.

Estás muy agradecida a tu psicóloga.

–Desde luego. Sonia es una gran profesional. Ha estado conmigo semana a semana, con una terapia que se llama de reestructuración cognitiva. Con ella me he ido enfrentando a los recuerdos traumáticos progresivamente. Al principio, sientes un dolor tremendo cuando te adentras, pero llega un momento en que te das cuenta de que los controlas. Los propios pacientes con los que viví esos momentos han sido acompañantes en el proceso.

El deporte ha sido un gran aliado.

–Empecé preparándome para correr la Behobia y, sin imaginarlo, acabé haciendo una carrera de montaña en Granada y participando en otras pruebas. Correr en la naturaleza ha sido una parte fundamental del proceso.

¿Qué tal fue la vuelta al trabajo?

–Pues la verdad es que tenía muchas ganas. Una de las cosas que he hecho con la psicóloga ha sido trabajar las actividades de enfermera de una en una viendo las perturbaciones que me generaban. Eso me ha facilitado reincorporarme con un autocontrol.

Además, tienes la suerte de que te gusta tu profesión.

–Muchísimo. De hecho, en estos meses en los que no me he puesto el uniforme, he sido enfermera allá donde he ido, y he tenido la oportunidad de echar una mano con mis conocimientos sanitarios muchas veces.

Volviendo a los orígenes, a esa parte más dura de la pandemia en que nos conocimos. ¿Qué te parece que casi nos hayamos olvidado?

–La verdad es que me tiene preocupada. Porque deberíamos haber aprendido lo vulnerables que somos como sociedad y como humanos. Otra cosa de la que nos dimos cuenta es de que la sanidad es fundamental, no solo en la lucha contra el covid, sino contra tantísimas otras enfermedades. No deberíamos olvidar lo importante que es la salud. Y no solo la física, también la mental.

También tienes un mensaje para los sistemas públicos de salud.

–Sí, que recuerden que, igual que los pacientes no son números, los profesionales sanitarios tampoco lo somos. Hay que replantear el modelo asistencial y el modo de utilizar los recursos, valorando a los profesionales, que no solo somos trabajadores sino personas que lo damos todo por ayudar a quienes acuden a los centros de salud de cualquier nivel.