“Última coronación” - El programa más progre de la cadena de televisión oficiosa de la izquierda fetén dedicó su programación matinal, de sobremesa y vespertina de ayer a la coronación equinoccial del hijo de Isabel II. Quizá es que tenga mucha puntería, pero en los tres ratos de zapping celérico que tuve en mi pantalla la transmisión, el comentalisto o la comentalista (no es errata) de rigor se adornaba con un exabrupto contra la monarquía británica como institución y/o como familia. Y otro tanto en el canal público español, donde el despliegue pagado a tocateja por la ciudadanía tenía su contraste en las cargas de profundidad sobre el protagonista de la ceremonia, su disfuncional parentela y, de propina, las decenas de miles de personas que se echaron a las calles de Londres para ser entusiastas (a veces, rozando el fervor) testigos del evento. Una de las sesudas analistas llegó a profetizar que la de Carlos III sería una de las últimas coronaciones, no ya de la realeza británica, sino de la europea. 

Descomunal despliegue - Ya quisiera ella, ya quisieran seguro que la mayoría de ustedes, amables lectores, y ya quisiera yo, pero me temo que nos quedan unos cuantos saraos medievales como el de ayer. Hablo de las islas, del continente y, desde luego, de este reino al que muchos de nosotros pertenecemos a la fuerza. No creo que haya que citar más prueba que el inconmensurable seguimiento de los fastos al otro lado del canal de La Mancha. Ningún medio -tampoco este, por qué vamos a negarlo- se ha abstenido de dar cuenta a todo trapo del acontecimiento. Algunos de los que se tienen por más serios le dedicaron los seis u ocho despieces principales de sus portadas digitales. Aparte de las galerías fotográficas kilométricas (cada imagen computa por una página vista para los contadores), nos ofrecían perfiles del soberano, su señora, sus hijos, hermanos, cuñadas y nueras, con doble subrayada para los díscolos Harry (presente) y Meghan (ausente) o el presunto acosador sexual Andrés. Todo era bueno para el convento de los clics, incluido el tocado vietnamita de la reina consorte española.

Larga vida - Nos pongamos como nos pongamos, quizá no se cumpla lo de la “¡Larga vida al rey!”, porque la biología tendrá algo que decir, pero todo indica que su progenie seguirá sucediéndose en el trono durante varias generaciones. Nos podremos regodear con los cánticos sarcásticos de la hinchada del Celtic o con la media docena de republicanos que consiguieron hacerse escuchar. Pero siguen siendo una minoría. Y por aquí abajo, fuera de Euskal Herria o Catalunya… también.