Recalcitrante y cada vez más injustificable rutina impuesta que se ceba en los ciudadanos de prácticamente todo el planeta dos veces al año: Como no es suficiente con la hora que nos han birlado esta madrugada, doy por hecho que gastaré, como poco, otra media cambiando los relojes de mi casa. Lo haré acordándome de la puñetera calavera de quienes, a estas alturas del siglo XXI, se emperran en un sobeteo de las manecillas que se ha demostrado largamente que no sirve para nada más que para toquitear la entrepierna del personal y, en más de un caso, provocar al personal una jodienda añadida a las muchas que ya lleva (llevamos) de serie. Desde hace años nos prometen que el cambio será el último. Cumplan de una puñetera vez.