No era lo que parecía

– Ya les dije aquí mismo no hace ni dos semanas que la trama del entonces llamado caso Mediador le daba varias vueltas a la mejor serie de Netflix. Desde luego, no conozco ninguna pieza de ficción que en tan poco tiempo haya tenido ni parecidos giros de guión, o sea, de guion, sin tilde, que esa batalla con la RAE sí que la hemos perdido. Si nos remontamos a los orígenes, todo parecía un trapicheo de tantos, quizá con la sabrosona golfada de que uno de los principales protagonistas era un general de división de la Guardia Civil cuyas mil y una condecoraciones no le cabían en el pecho. No tardó mucho en aparecer otro personaje que parecía sacado de la ancestral tradición de la picaresca hispana, un jacarandoso diputado del PSOE llamado Juan Bernardo Fuentes, que recibía el castizo alias Tito Berni. Lo vimos sin camisa y hasta sin pantalones en las cutresalchicheras fotos que se fueron difundiendo a todo trapo y que él justificaba con argumentos tan psicotrópicos como las sustancias que corrían en sus fiestas: “Estaba durmiendo y tocaron a la puerta de la habitación de mi hotel”.

más que un cacique putero

– Para la derecha mediática fue un festín. Qué más querían que un cacique putero con carné socialista que se pegaba fiestones alcohólicos y farloperos con los empresarios que lo untaban, en paños menores y en compañía femenina pagada. Como goloso añadido, la presencia del tipo en dos cenas a las que habrían asistido una quincena de diputados del principal partido del Gobierno español. Unido a la torpísima defensa del portavoz del PSOE en la Cámara, Patxi López, aquello se antojaba el marrón definitivo que haría caer el Gobierno de Pedro Sánchez. Cada conversación grabada que trascendía, cada filtración de los abracadabrantes diálogos en WhatsApp parecían apuntar por ahí… hasta que el argumento del serial volvió a virar para centrarse en los pufos sin cuento que afectaban a la llamaba Benemérita institución.

Marlaska calla

– El trabajo de investigación –principalmente, de El Periódico de España– situó el foco donde estaba. La coca, los tragos, las mordidas a cuenta de fondos europeos y las prostitutas son, en realidad, el atrezzo. Lo gordo de la trama consiste en, por lo menos, 200 contratos para realizar obras, normalmente ficticias, en otros tantos cuarteles de la Guardia Civil. El pastizal se lo repartían constructores de confianza y, ojo al dato, varios mandos del instituto armado; además del arriba mentado general, hay otros seis gerifaltes tricorniados investigados. Fiel a sí mismo, Grande-Marlaska calla.