No es excepcional

– Seguro que lo han visto y escuchado. Varios especímenes machos de la generación supuestamente más preparada de todos los tiempo gritando desde las ventanas de un colegio mayor masculino de Madrid todo tipo de procacidades a las residentes del colegio mayor femenino de enfrente. “¡Putas, salid de vuestras madrigueras como conejas, sois unas putas ninfómanas, os prometo que vais a follar todas en la capea!”, berreaba un cabestro veinteañero del Elías Ahuja dirigiéndose a las jóvenes alojadas en el Santa Mónica. Todo, mientras era jaleado por una jarca de babosos. No insisto en la descripción de los hechos porque está todo en el vídeo que ha corrido como la pólvora. De hecho, si no es por ese documento audiovisual, ahora mismo no estaríamos ni hablando ni escribiendo de esto. La primera causa de reflexión está ahí. Resulta que no se trata de un suceso excepcional. Los diferentes testimonios, incluidos los de los directivos del centro, coinciden en que se dan con relativa frecuencia.

Nadie los paraba

– ¿Y por qué nadie los ha parado? Pues, aunque resulte inconcebible a estas alturas del tercer milenio, porque se toman como inocentes gracietas de universitarios que se tienen que desfogar. Pese a que se hizo una ley pensada específicamente para poner coto a esas prácticas rebosantes de caspa y machirulina –no pocas veces, directamente delictivas– hoy es el día en que siguen siendo moneda común. Tiene que darse un escándalo como este, ya imposible de ocultar, para que los responsables de perseguirlas comparezcan apuradísimos con el manual de palabras rimbombantes de condena, la disculpilla de todo a cien de que se trata de actitudes minoritarias y la promesa de que se aplicará el reglamento en todo su rigor a los autores de la tropelía.

Cursos de sensibilización

– Pues vamos dados si el tal rigor es el de las medidas anunciadas por los gerifaltes del colegio mayor. Se ha expulsado al cabecilla y casi punto pelota. Al resto de los participantes se les obligará a asistir a cursillos de sensibilización en materia de igualdad y se les instará a realizar trabajos de voluntariado para “ayudar a aquellas personas o colectivos que en Madrid estén sufriendo”. He puesto las comillas porque es cita literal de Manuel García Artigas, director del Elías Ahuja. Y así, hasta la próxima, que la habrá. Por desgracia, esto no es una anécdota aislada, sino un patrón de conducta de un puñado de jóvenes que, con bastantes probabilidades, llegarán a ocupar puestos de relieve en la política, la economía… o las dos cosas. l