En los lineales de los supermercados mediáticos diestros queda alguna botella de aceite de girasol pero se han agotado todas las de lejía. Efectos del furor que ha entrado por blanquear a Vox. Y esa operación incluye no pocas veces atizar con el palo de la fregona a los dirigentes del PP que han arrugado el morro por el pacto en Castilla y León… empezando por Pablo Casado.
Cómo será la cosa, que hasta Francisco Marhuenda, el último casadista vivo, calza un soplamocos al todavía presidente nominal de los genoveses. Eso sí, sin nombrarlo: "Con respecto a los dirigentes del PP que quieren marcar distancias frente a Vox, solo hacen el ridículo más espantoso y parecen, dicho irónicamente, unos quintacolumnistas al servicio de Sánchez. ¿Querían una repetición de elecciones? En cambio, Ayuso ha estado, una vez más, muy acertada en sus declaraciones porque reflejan una gran coherencia, así como una visión muy clara que le condujo a la contundente victoria del 4 de mayo".
En el diario dirigido por el arriba mentado, Eduardo Inda le da más duro: "El de Palencia no puede acabar su carrera política en la élite parafraseando a Sánchez, a Iglesias, a Otegi o a la lumbrera de Adriana Lastra. Ni, tal y como ilustró ayer Jiménez Losantos, construir su futuro comportándose como un Verstrynge de la vida, que tras salir por la puerta de atrás de Alianza Popular ha dedicado toda su vida a vengarse de la formación que le recogió tras un pasado oscuro y no menos filonazi". ¿Casado en la extrema izquierda?
El editorialista de El Mundo se suma a la golpiza al líder descabalgado: "Lo dice todo -y nada bueno- de la talla política de Casado el hecho de que trate de eludir que suya es la responsabilidad por la victoria amarga de su partido en las autonómicas de Castilla y León que no dejaba ahora a Mañueco ninguna otra alternativa. Pero, más allá, el desacople del todavía presidente popular con la estrategia de los suyos les hace a ellos daño gratuito y ofrece otra baza al sanchismo, lo que resulta del todo incomprensible. Pidió Casado un mes de prórroga, hasta el congreso extraordinario del PP, para moldear una salida digna de la presidencia. Y lo que está haciendo es inventarse un relato que empequeñece más aún su figura".
En El Debate, Antonio R. Naranjo perdona la vida a Casado y lanza sus dardos contra el presidente del PP europeo, Donald Tusk, que también había afeado el pacto castellanoleonés: "Solo un tonto muy tonto, de película de los hermanos Farrelly, podría pensar que para España, y para Europa, es mejor un presidente manirroto como Sánchez, sustentado en un terrorista como Otegi, un golpista como Junqueras, una comunista como Yolanda Díaz y un chavista como Pablo Iglesias que un acuerdo entre un señor normal de Galicia y un señor casi igual de normal del País Vasco, de nombres Alberto y Santiago respectivamente".
Javier Somalo escoge en Libertad Digital el mismo destinatario para su coscorrón blanqueador de Vox. Eso sñi. En este caso, el coleccionista de másteres de pega no se libra: "Ahora resulta que el Gobierno socialcomunista de Sánchez coincide en valores, y en desvergüenza, con la derecha saliente de Pablo Casado y hasta con el patrón europeo de la derecha burocrática, esta vez personalizada en Donald Tusk".
En El Mundo, Federico Jiménez Losantos arroja la piedra con más fuerza y más mala leche: "Cada vez que un dirigente del Partido Popular se ve obligado a explicar sus pactos con Vox, se arrodilla ante el PSOE y su jauría mediática, la misma que canoniza al partido de la ETA, a Podemos y a los golpistas catalanes como socios deseables de Sánchez".
Dejando de lado a los dirigentes del PP que han querido distanciarse, José María Carrascal clama en ABC por la limpieza democrática impoluta de los abascálidos: "La izquierda, desde la moderada socialdemocracia al más furibundo comunismo, ha arremetido contra el pacto PP-Vox para formar gobierno en Castilla y León como si se tratase de otra pandemia o de un meteorito como el que acabó con los dinosaurios. Dentro de España, lo que más gracia tiene es que todos los costaleros de Sánchez no objetan que forme gobierno con partidos antisistema, separatistas e incluso descendientes de ETA, pero encuentran inadmisible que se pacte con Vox, que está a cien leguas de eso".
De nuevo en El Debate, Ramón Pérez Maura avisa de que Castilla y León es solo el comienzo: "Se ha acabado con la doble moral imperante hasta ahora en nuestra política. La que permitía a los socialistas pactar con partidos totalitarios, defensores de dictaduras, anticonstitucionales y amigos de asesinos, pero que no permitía al PP pactar con formaciones que quieren hacer una reforma constitucional. Es decir: son constitucionalistas porque reformar la constitución con los instrumentos de que dispone la Carta Magna es ser plenamente constitucional".
La gracieta, cómo no, corre a cargo de Miquel Giménez en Vozpópuli: "Según dice Sánchez, España está en peligro porque ya tenemos a la extrema derecha gobernando. Qué disgusto, presidente, con lo bien que estábamos gobernados por los etarras, los golpistas separatas y los comunistas corta cuellos reales. ¡Corran, buenas gentes, huyan a las colinas, métanse en a los refugios, escondan las criaturas, oculten a las vírgenes, espanten al ganado, echen el candado a sus posesiones, qué viene Vox!".
El colofón lo aporta Juan Manuel de Prada en ABC con una pieza en la que pretende explicar qué es y qué deja de ser extrema derecha. A ver si son capaces de entenderlo: "Por fundarse en una visión cambiante de la naturaleza humana, este ethos democrático es inevitablemente movilista o hegeliano. Todo lo que existe deviene, se halla en constante fase de mutación, como le ocurría al Fausto de Goethe, que necesitaba saborear una sucesión infinita de experiencias, deseando primero una para luego desear otra, sin descansar nunca". Clarísimo.