Dicen que los vascos somos parcos en expresar nuestras emociones. No somos besucones, ni abrazamos, ni hacemos eso que usted y yo pensamos. Pues bien, desde el sábado pasado, los legorretarras, los oriundos de mi pueblo, Legorreta, estamos totalmente emocionados y henchidos de orgullo por José Ramón Soroiz, actor nacido en Legorreta, que al recibir la Concha de Plata por su interpretación en el filme Maspalomas, afirmó que se sentía plenamente orgulloso de ser legorretarra.
Escuchar esas palabras y deslizarse una lágrima por el moflete fue todo uno. Sensible que es uno, por mucho que a unos cuantos les cueste creerlo. Sus palabras sonaron sinceras, y es que José Ramón es auténtico y un inmejorable ejemplo de la afición al teatro en nuestro pueblo, que comenzó allá por la postguerra, con un grupo de jóvenes nacionalistas dirigidos por la gran Manuela Lasa, que siguió con el hoy laureado Soroiz y que fue seguido por los actores Xabier Agirre, Asier Zinkunegi y, finalmente, por Sabin Fernández. ¡Qué tendrá nuestro pueblo para semejante apego al teatro!
Teatro, por otra parte, es lo que viene ocurriendo en las últimas décadas cuando llega esta época en la que los productores de manzana para sidra recogen su producción y la llevan a los lagares para que, en dichas sidrerías, se elabore la sidra.
Teatro, también, es la escenificación de un supuesto tira y afloja entre productor de manzana y elaborador de sidra, puesto que todos ellos, sobre todo los segundos, saben que tienen la sartén por el mango ya que los productores son muchos, pequeños y dispersos mientras ellos, los sidreros, son pocos y bien disciplinados.
Disciplinados incluso para incumplir, porque en estos últimos años, donde la firma de un contrato para la compraventa de alimentos es obligatoria, el contrato ha brillado por su ausencia. Además, se incumple flagrantemente la ley de morosidad que obliga al pago de un producto fresco, en este caso la manzana, en el plazo máximo de 30 días dado que, salvo rarísimas excepciones, la manzana se paga a fin de año, o peor, al final de la campaña del txotx, bien entrada la primavera.
Estos incumplimientos, por otra parte, son bien conocidos por las instituciones, pero lamentablemente, en lo referente a ello, no se ha hecho apenas nada.
Pues bien, este año el teatro continúa y así, cuando los productores de manzana reclaman el cumplimiento de la ley de cadena alimentaria, esa que según los jefes de compras es una locura y una quimera que hundirá a la industria agroalimentaria porque se atreve a recoger que el precio fijado en el contrato agroalimentario debe cubrir los costes de producción del, en este caso, manzanero, entonces es cuando los sidreros ponen cara de póker, de incomprensión, tuercen el morro a lo Louis de Funès, y salen por peteneras haciendo como que no saben nada de eso y, en el peor de los casos, les responden que, si tienen que cubrir los costes de producción, a ellos no les salen las cuentas.
Eso sí, ahora que los productores de manzana andan revoltosos, muchos de los sidreros no tientan a la suerte y les envían un modelo de contrato, con un precio claramente inferior a los costes de producción, pero que, por si acaso, recoge una coletilla que dice que el precio indicado en el texto, según ambas partes, cubre los costes de producción. ¡Acuérdense quién tenía la sartén por el mango!
Yo, que soy fiel seguidor de Jonan Fernández, aquel de Elkarri, insistencialista por excelencia, creo que los productores deben perseverar para poner orden en sus relaciones comerciales con sus compradores, los sidreros, exigir el contrato obligatorio antes de la entrega del producto, exigir el pago que marca la ley para los productos frescos, recabar informes de costes del máximo de productores y/o el informe del observatorio del Gobierno Vasco, Behatokia, y trabajar, junto con los sidreros, en el seno de una mesa de trabajo para lograr una metodología de construcción del precio final.
Es decir, aprobar entre todos un precio indexado que permita, en primer lugar, cubrir los costes de producción del baserritarra y, además, que establezca las referencias a tener en cuenta para, sin hablar de importe de precio, poder satisfacer las demandas de ambas partes.
En mi opinión, no es tiempo de teatro. Al menos, en el sector primario no. Es cuestión de ser serios, trabajar con método y hacer nuestros deberes sin esperar a que otros nos saquen las castañas del fuego. Sin olvidar, y esto va para los sidreros, que un precio justo y sostenible en el tiempo es la mejor garantía para que en el futuro, no tan lejano, puedan seguir contando con manzana autóctona.
A lo dicho, cuanto antes hagamos nuestros propios deberes, más nos respetarán.