Federico Trillo fue un político popular que saltó a la fama con una frase tan simple como “¡Manda huevos!” que, ya en aquellos tiempos, resultó viral al provenir de una persona profundamente religiosa, aunque ello no le impedía cometer algún que otro pecado, eso sí, sólo con sus adversarios políticos.

Semejante expresión utilizo al conocer la creciente e imparable concentración que en estos últimos años se está produciendo, sigilosa pero implacablemente, en el sector de la producción de huevos, donde unos pocos grupos empresariales, dopados con dinero de poderosos fondos de inversión, en un indudable ejercicio de canibalismo se están comiendo el sector, devorando las granjas familiares y las pequeñas empresas, y concentrando la producción en muy pocas manos.

Las principales comunidades autónomas en cuanto a la producción de huevo se refiere son Castilla-La Mancha, Aragón, Castilla y León y Galicia, en orden de mayor a menor, y en todas ellas se ha dado ese proceso de concentración. Incluso aquí, en Euskadi, varias granjas familiares han caído, o se han dejado caer, en manos de esos grupos y, según me cuentan, estamos llegando a un punto en el que en pocos años no van a quedar apenas granjas familiares que sean, en la medida de lo posible, dueñas de su destino.

En cuanto a las empresas productoras, el ranking lo lidera Huevos Guillén, un verdadero monstruo que produce unos 155 millones de docenas de huevos de sus seis millones de gallinas y que destina casi el 80% de su producción a la cadena Mercadona, seguido por el grupo Hevo, creado en 2021 tras la fusión de Dagu, Ous Roig, Granja Agas y la vizcaina Avícola Larrabe que produce, según recoge su propia web, más de 90 millones de docenas de huevos y que en noviembre del 2024 fue vendido al grupo brasileño Faria. En nuestro ámbito más cercano ha entrado con fuerza el grupo Ago-tzaina, de origen navarro pero con capital también foráneo, con unas cuantas granjas compradas o integradas.

Al parecer, estos grandes grupos y fondos de inversión llegan atraídos por una buena rentabilidad dada la subida del precio del huevo que, según veo, tiene unas cuantas razones. Por una parte, la bajada de producción en zonas tan extensas como los EEUU y el norte de Europa afectadas por la gripe aviar. Por otra, una importante subida del consumo propio, bien sea por su facilidad de cocinar bien sea por ser altamente atractivo para una creciente porción de la población ávida de consumir proteína, más barata que otras proteínas animales. Aunque son las innegables razones de la subida, no conviene dejar de lado el alza del huevo en el consumo fuera del hogar, principalmente en la restauración y en la industria alimentaria.

La media estatal es de 139 huevos al año por persona, aunque en Euskadi, una vez más, nos situamos en la parte alta de la pirámide, con 169 huevos por año, es decir, un 23% más que la media estatal. No obstante, en el caso del Estado español, además de las dos razones antes mencionadas, creo que cada vez pesa más la creciente fortaleza de estos grandes grupos productores. De seguir así, en pocos años, si es que no está ocurriendo ya, el precio será fijado por estos pocos grupos de producción de huevos a las grandes cadenas de distribución.

Pocas también dado que, en un contexto de cambio en los hábitos de consumo donde la marca blanca tiene un peso cada vez mayor, la consultora Kantar acaba de augurar que en unos pocos años la marca blanca dominará el 70% de las categorías. Ambos extremos, los grandes grupos productores y las grandes cadenas de distribución, sufrirán una necesidad mutua que tensionará al máximo sus relaciones pero temo que sus fortalezas se trasladen al consumidor a modo de subida de precio.

Resumiendo, si la compraventa de huevos por parte del consumidor se va concentrado cada vez más en la distribución organizada, en estos momentos el 80%; si los márgenes de rentabilidad de la distribución mejoran, del 1,88% de 2022 al 2,37% en 2023, tal y como recoge el informe de la patronal ASEDAS; si la producción de huevos se sigue concentrando en unos pocos pero gigantescos grupos empresariales capaces de hablar de tú a tú a la distribución, mucho me temo que el precio de la docena de huevos se disparará en los próximos años.

Tanto es así que vaticino que en unos cuantos años comerte un par de huevos fritos será un auténtico lujo al alcance de unos pocos. Eso sí, les aseguro que entre esos pocos estarán los integrantes de la semanal cena de catedráticos en inteligencia natural, es decir, mi cuadrilla, que seguiremos comiendo huevos camperos de la cooperativa Euskaber. l