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Septiembre es un mes agridulce para mí. Personalmente, es dulce en cuanto que su último día, San Jerónimo, es mi cumpleaños y, como podrá imaginar, algún que otro regalito, suele caer. En lo profesional, por el contrario, es un mes agrio dado que el FEGA, entidad ministerial que gestiona y controla los pagos de la PAC, suele publicar su informe anual donde hace un análisis de los pagos en función de la edad y el sexo de sus perceptores.

Como podrá imaginar, querido lector, la publicación en sí de dicho informe no tiene nada malo por lo que agriarse, pero si nos adentramos en la letra pequeña del documento, la cuestión ya va agriándose, al comprobar, en lo que se refiere a la edad de los beneficiarios, que la pirámide es inversa, con una base mínima, casi inexistente, y una cúspide sobredimensionada.

Pues bien, el informe publicado este pasado mes de septiembre, basado en el año 2023 y en los perceptores que son personas físicas, recoge que, a nivel estatal, de un total de 562.780 perceptores, sólo el 1,45% son menores de 25 años mientras que los mayores de 65 años son el 27,16%. Es decir, tenemos algo más de 1 de cada 4 perceptores jubilados en la cúspide de la pirámide mientras por la base de la pirámide, apenas un 1,5%. Sin perder de vista, por otra parte, que en la parte media baja de la pirámide tenemos un 13,35% entre los 25 y los 40 años y, atención al dato, tenemos el 58% en el tramo medio superior que va desde los 40 a los 65 años.

Si acerco la lupa a lo más cercano, la Comunidad Autónoma Vasca y a Navarra, los menores de 25 años son un 1,39% en la CAV y un 2,26% en Navarra mientras que los mayores de 65 años son un 16,62% en la CAV y un 25% en Navarra.

Creo, como humilde juntaletras de la cuestión primaria, que ese tramo medio superior que abarca 25 años, desde los 40 a los 65 años, debiera desglosarse en tramos menores para así poder observar, con más detalle, si la mayoría de esos perceptores están cerca de los que en el lenguaje de la PAC se considera joven, menor a los 40 años, o si, por el contrario, el grueso de esos perceptores está en las antepuertas de la jubilación. Déjenme que, mirando a mi alrededor y teniendo en cuenta que en la CAV este tramo supone el 68%, les anticipe que lo más probable es lo segundo y que así, el 50% de los perceptores de la PAC serían, o bien plenamente jubilados o en puertas de serlo.

Expuestos los fríos datos, conviene preocuparse y ocuparse y adoptar medidas radicales, que no son otras que aquellas medidas que van a la raíz de la cuestión, en mi opinión, rentabilidad, factor fundamental y sin el cual no hay nada que hacer, pero sin olvidar, el modo de vida que satisfaga las nuevas prioridades sociales de los jóvenes y el prestigio social.

Como imaginará, un sermón dominical no es, ni lo pretende ser, el lugar para acometer dichos retos trascendentales del campo, pero, me permitirá estimada lectora que, nuevamente mirando a mi alrededor, apunte una cuestión que observo, cada vez de forma más palpable y llamativa, que no es otra cosa que el sentimiento de rabia e impotencia.

Rabia e impotencia entre aquellos profesionales del sector que se sienten angustiados al ver que su explotación no tiene continuidad en el seno de la familia, que se sienten, en cierta forma, fracasados por no haber sido capaces de inocular el apego y la vocación, imprescindible pero no suficiente, para con el oficio y que, ante el incierto panorama que se presenta para un futuro cercano, muy cercano diría yo, además de enfocar sus últimos años a sobrevivir, irradian escepticismo, cuando no contrariedad, ante todo aquello que pueda suponer un rejuvenecimiento del sector.

Creo que es una reacción humana, comprensible y, hasta cierto punto, lógica, puesto que todo aquello que ha sido el proyecto de vida familiar, que ha sido impulsado con miras a que los descendientes, llegado el momento, cojan el relevo del proyecto familiar y que ahora, llegado ese momento, lo ven en riesgo, es una frustración que genera tal rabia e impotencia que, lamentablemente, suele ser lanzada contra todo aquello que se mueva o que huela a futuro y si, me permiten haciendo un paralelismo, quizás desacertado, generando un gas metano más contaminante que, el que según dicen los medioambientalistas generan, sus vacas.

Por ello, teniendo en cuenta el amplio porcentaje de gente que está en esa situación, bien sea por edad bien sea por falta de relevo profesional, creo que la cuestión merece una reflexión, de tinte social, en el seno del propio sector.

P.D.: Mi más sincero abrazo a todas las personas afectadas por la tragedia de la dana. l