Emma García, la popular presentadora de Telecinco que, casualmente, presenta programas que me son totalmente ajenos dado que las únicas vísceras que me interesan son la casquería en el plato, ha calentado las redes sociales, al menos por nuestros lares, al salir en pantalla con una camiseta que dice “I love queso idiazábal”.

Con este pequeño gesto ha dado una buena muestra del compromiso con el queso Idiazabal, el queso vasco por antonomasia, compromiso que, por cierto, adquirió cuando fue nombrada cofrade de honor de la Cofradía del Queso Idiazabal de su localidad natal, Ordizia. Es un gesto que a muchos les resultará una nimiedad, pero personalmente creo que le honra y es justo reconocérselo públicamente.

Públicamente también tengo que mostrar mi tristeza y enfado provocado tras una breve visita al centro comercial Garbera en Donostia. Centro comercial, por otra parte, que imagino replicará lo que podemos ver en muchos otros del territorio que ustedes prefieran mirar.

El nuevo Garbera, por lo que he podido leer en la prensa local, se abrió hace un año y las obras de renovación, ampliación y acondicionamiento supusieron que el centro ganaba unos 25.000 nuevos metros cuadrados a sumar al original y la conformación de un amplísimo parking de 3.600 plazas, de las que 2.200 son subterráneas.

Los 30 nuevos comercios, más los que había de antemano, además del hipermercado de Eroski integrado en el centro, contarán así con una gran facilidad de aparcamiento para los miles de clientes que accederán plácidamente a sus plazas subterráneas, mientras el comercio tradicional de otros barrios, y particularmente del centro urbano, se encontrará con un parking subterráneo cada vez más caro y con un acceso limitado a cuenta de las zonas de bajas emisiones.

No obstante, no pretendo centrar mi reflexión en el debate entre comercio tradicional o centros comerciales, entre transporte privado individual o transporte público, u otro tipo de cuestiones tan colaterales como importantes.

Por ello, fijo mi mirada en la oferta gastronómica que dicho centro comercial (cuestión que, repito, se reproduce en casi todos los centros comerciales al uso) ofrece, como digo, a los miles de clientes que lo visitan, bien desde los aledaños de la capital guipuzcoana, desde el conjunto del territorio histórico de Gipuzkoa y cómo no, desde Iparralde o País Vasco Norte, en su más amplia acepción.

Nada más entrar al centro, al menos por la puerta que yo accedí, me encuentro con un amplísimo hall que acoge aproximadamente 20 locales que reúnen lo más granado de la gastronomía mundial, donde nos encontramos ofertas tan variopintas como los tacos mejicanos, comida callejera de Bangkok, los pokes hawaianos, el mediterranean food market, los omnipresentes McDonalds, Foster's Hollywood, KFC y Starbucks, aderezados, todos ellos, con una nota local, con locales como Txotx del grupo Saizar y una panadería del grupo Ogi Berri, por cierto, que a pesar de ser la principal panificadora del territorio, sigue autoproclamándose como “pan artesanal”.

Visto lo visto, me asaltan ciertas dudas. La primera que me surge es si esta variopinta oferta gastronómica mundial es la carta de presentación que quieren los impulsores del centro ofrecer a los miles de visitantes, tanto locales como de otras latitudes.

La segunda, estrechamente relacionada con la primera, es la duda sobre si ésta es la representación de la gastronomía vasca que se merecen los visitantes y que nos merecemos como pueblo o país gastronómico por excelencia.

La tercera, una pequeña pulla final, es una duda sobre quién habrá sido el gran conocedor de la gastronomía vasca que presenta, en la web oficial del centro, el restaurante Txotx del grupo Saizar (sidrerías), como ejemplo de la gastronomía mediterránea.

En fin, con respecto a las cosas del comer, siempre según los gustos y pareceres de este juntaletras, el nuevo Garbera es un despropósito total.

Si a este despropósito le sumamos el arco de la vergüenza del Boulevard, principal calle de la capital gastronómica, arco conformado por McDonalds, a la derecha, en el mejor local del antiguo mercado de la Bretxa convertido en un mini centro comercial, y por Burger King, a la izquierda, convendrán conmigo, al menos algunos, que el diseño o la ordenación de la cuestión gastronómica, por decirlo finamente, deja mucho que desear.

Por cierto, y con esto acabo, esta misma semana se acaban de abrir las puertas del renovado mercado de San Martín y, si bien los primeros ecos que me llegan son bastante positivos, ansío ver las instalaciones y charlar con los productores presentes en el mercado para comprobar in situ si el antiguo mercado sigue los pasos de otros que se han convertido, aún conservando la denominación genérica de mercado, en auténticas galerías de establecimientos gourmets y bares franquiciados o si, por el contrario, mantiene la auténtica esencia de un mercado donde lo importante no son las hordas de turistas, sino el aprovisionamiento de alimentos por parte de la población local.

Veremos. A la vuelta, en septiembre, si me acuerdo, se lo contaré.