Lo confieso. Ni he visto ni leído nada sobre la boda del año, la boda de Tamara Falcó. Lo sé, soy un pecador imperdonable.

Por contra, como penitencia, vi entero el debate electoral entre Sánchez y Feijóo. Bronco, tal y como han definido numerosos medios, en las formas y decepcionante en cuanto a contenidos. Brillaron por su ausencia temas cruciales para los tiempos actuales, y qué decir sobre los temas de futuro que no fueron, siquiera, mencionados. Por no hablar de los temas que atañen a Euskadi y que no aparecieron ni en el intermedio.

Personalmente, les tengo que reconocer que aguanté, libreta de notas en mano, con el único fin de anotar los planteamientos y cuestiones relativas al sector primario y todo lo relativo al despoblamiento rural, la España vaciada, etc. Más ahora, que he visto a Feijóo en bastantes ocasiones visitando pueblos rurales y reivindicándose como niño de la aldea. Pues ni con esas, nada de nada.

Al parecer, ni uno ni otro lo tenían entre sus prioridades o entre esos mensajes que sus asesores les obligan a “colocar”, sí o sí, vaya de lo que vaya el debate, al ser un tema o lema percibido como altamente rentable para su negociado electoral. A lo dicho, ni con esas, nada de nada.

Y todo este ninguneo político-electoral en un momento trascendental, donde finaliza la legislatura en la que se han tratado cuestiones altamente importantes como son la ley de cadena alimentaria, el plan estratégico de la PAC, la regulación del lobo, la fertilización de los suelos agrarios, etc. y donde las autoridades medioambientalistas, regidas por el tándem Ribera-Timmermans, la ministra y el vicepresidente primero de la Comisión Europea, sacan brillo a una normativa cada vez más abundante, tupida, asfixiante y negativa.

Recalco esto último porque esta semana se han celebrado en el Parlamento Europeo dos votaciones de gran importancia para el sector primario por la afección que las propuestas medioambientalistas puestas a votación tienen en la actividad agraria.

La primera de las votaciones era la relativa a la revisión de la Directiva de Emisiones Industriales, una directiva hasta ahora aplicada sólo a grandes explotaciones de porcino y avicultura y que ahora la Comisión Europea pretendía aplicar a sectores como el vacuno y, lo que es peor, se pretendía aplicar a más explotaciones, rebajando el umbral de cabezas de ganado hasta las 150 unidades

Por suerte, esta propuesta de revisión se ha rechazado, aunque no gracias a la provisión divina sino al voto contrario de los eurodiputados del PNV, populares, conservadores y liberales frente al voto favorable de eurodiputados socialistas, izquierda, verdes, etc.

Por cierto, para que no me caiga ninguna colleja, no menciono al hasta hace poco eurodiputado de EH Bildu, Pernando Barrena, no por olvido sino porque, debido al reparto de representación acordado con sus socios de coalición BNG-ERC, en la actualidad no sigue siendo eurodiputado. Por cierto, sus socios, BNG y ERC, votaron a favor, es decir, en contra de los intereses de los ganaderos.

La segunda de las votaciones, mucho más conflictiva y donde, por lo leído en prensa comunitaria, se han entremezclado cuestiones políticas de otra índole, es la votación para la aprobación de la Ley de Restauración de la Naturaleza.

Una ley que cuelga del archimencionado Pacto Verde Europeo y que pretende responder a los acuerdos alcanzados en la COP15 de Naciones Unidas donde se aboga por reparar en 2030 el 20% de los ecosistemas terrestres y marinos dañados de la UE y para 2050 la totalidad de ellos. Incluso si para ello, para preservar la biodiversidad, fuese necesario obligar a los productores a ceder parte de sus tierras.

En esta votación se volvió a repetir, salvadas las excepciones, la foto de la primera con el bloque de la derecha (salvo 16 parlamentarios populares díscolos) en contra de la ley, mientras el resto de grupos socialistas y de izquierda se posicionaban a favor y unos pocos, entre ellos la europarlamentaria del PNV, Izaskun Bilbao, se abstuvieron.

Hasta aquí, un pequeño relato sobre lo acontecido en el Parlamento Europeo y que tanta incidencia tiene en nuestras vidas y en nuestro entorno más cercano.

Ahora, quisiera rescatar el mensaje que allá por la pandemia, con motivo de la alarma generada en la Unión Europea por la falta de chips para su todopoderosa industria tecnológica, lanzó Ursula Von der Leyen al afirmar que era necesario replantearse la política industrial de las últimas décadas y la total dependencia de la industria europea para con los suministradores de otros continentes.

Pues bien, en aquel entonces sugerí la necesidad de replantearse la política agraria y medioambiental de la Unión Europea porque, de seguir así, quizás tendríamos chips, pero lo que es alimentos, desde luego que no.

Vamos dando pasos, con un ritmo agro-medioambiental que combina mayores obstáculos y exigencias para nuestros productores con una maraña de normativa burocrática, sanitaria, bienestar animal y medioambiental que asfixia al productor y provoca un estado de desánimo generalizado.

La combinación de ambos ritmos, el agrario y el medioambiental, en diferentes planos pero con un único objetivo, el abandono de la producción europea y el impulso a la dependencia alimentaria para con otras zonas del mundo, nos lleva al sector productor, lenta pero de forma imparable, hacia la muerte tranquila. O sea, un ritmo mortal.

Este juntaletras, por su parte, para quitar gravedad al asunto, ha decidido brindar en Armintza por las fiestas del Carmen, patrona de los pescadores, y lo haré con el excelente txakoli que elabora mi amigo Txarli, en su bodega Hiruzta en la inigualable localidad costera de Hondarribia. ¡Va por ustedes!

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