Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo y Economía Social, además de trastocarme el tema que pretendía abordar esta semana, me ha demostrado que tiene un magnífico olfato político. Ella, además de su acción institucional, se dedica en cuerpo y alma a la noble tarea de sumar gente para su causa, que no es otra que la plataforma política llamada SUMAR.

Ella, deseosa de sumar a su plataforma a todos los progresistas de la faz de la tierra que se autoubiquen a la izquierda del PSOE, sabedora de que el propio presidente, Pedro Sánchez, está en “modo mitin” y aprovechando que el ministro del agro, mi amigo Luis Planas, se halla inmerso en su sempiterna siesta, se saca de la chistera la propuesta de establecer límites superiores al precio de venta al público, PVP, al menos de unas pocas decenas de productos básicos, principalmente alimentos.

La primera cuestión que me surge es si esta propuesta, o debate-trampa como diría el ínclito Mayor Oreja, es una iniciativa particular de esta ministra, sin contar o de espaldas al principal competente en la materia, Luis Planas, o es una propuesta del conjunto del Gobierno que previamente ha sido analizada y trabajada antes de lanzarla al ruedo público y al ruido mediático.

Mucho me temo, tal y como decía previamente, que sea una iniciativa personal donde, eso sí, sabiendo que las cámaras andaban por allí, ha contado con el apoyo del ministro Alberto Garzón, ¡otro que tal baila!, especialista como Yolanda en ningunear a Luis.

La segunda cuestión que me surge es, aunque pronto lo sabremos, saber qué es lo que considera Yolanda la cesta básica y la lista de productos, en mi caso, alimentos que integran el grupo cuyo PVP estaría topado. Sin pretender descubrir el Cantábrico, pienso que productos como la leche, las hortalizas, la carne, los huevos, etc. serán firmes candidatos para conformar la dichosa lista.

Todos ellos tienen la consideración de básicos y/o esenciales. Ahora bien, más allá de la lista, me llama la atención que concedamos la categoría de básicos y/o esenciales a unos productos cuyos productores por un par de años que duró la pandemia fueron también ascendidos a la categoría de esenciales, mientras que ahora agonizan, se arrastran por la vida y, en muchas ocasiones, trabajan a pérdidas.

Como tercera cuestión, viendo que la ministra ha decidido reunirse con empresas de distribución y con asociaciones de consumidores, y si casi todos convenimos en que gran parte de los integrantes de la cesta básica y/o esencial serán alimentos, no acabo de comprender el porqué de no reunirse con las organizaciones agrarias (sin olvidar la gente de la mar) que, a fin de cuentas, son los representantes de los productores primarios, sean agricultores o ganaderos.

Desconozco si ha sido fruto de la inmediatez del calentón, si es una decisión totalmente deliberada o el porqué de dicha decisión, pero convendrán conmigo que la cosa no tiene un pase.

La cuarta cuestión que quisiera comentar es que abordar la carestía de algunos alimentos proponiendo para ello topar el PVP, además de efectista y populista, es comenzar la casa por el tejado. Si nos valemos de la figura de la casa para ilustrar lo que vendría a ser la cadena alimentaria, no tiene sentido alguno comenzar por el tejado, sin referirse a cómo pretende abordar la situación de los cimientos de dicha casa, la base o producción de alimentos, y la situación de la estructura del edificio, las columnas, las vigas, fachadas, divisiones interiores, etc. con los que podríamos identificar a todos aquellos eslabones que conforman la larga y compleja cadena alimentaria actual.

Es decir, poniendo el ejemplo de la carne, desde mi amigo Iñaki, ganadero de vacuno de carne, que percibe unos 4-5 euros por kilogramo según la conformación del animal en cuestión, los 15 euros del kilo de filetes o los 38 del solomillo (como comprobarán hay un importante salto), o los ganaderos que sobreviven gracias a las ayudas o en muchos casos pierden dinero, hasta el matadero donde se sacrifica, se despieza, se guarda en cámaras o se envasa en bandejas, y quienes trasladan el producto a supermercados o carnicerías que, como es lógico, tienen sus costes que cubrir para, cuando menos, seguir subiendo la persiana.

Por ello, considero que el Gobierno central, más allá de ocurrencias personales, debiera comenzar por sanear los cimientos y eso se hace garantizando el cumplimiento de la Ley de Cadena Alimentaria, esa ley que persigue algo que parece inalcanzable, cubrir los costes de producción, y así, eslabón a eslabón hasta llegar al tejado, o sea, al PVP.

Una vez que se cumpla la Ley de Cadena, abórdese la cuestión de los márgenes de cada uno de los eslabones y determínese si son razonables en función del valor añadido que se le aporta al producto en cuestión o si son abusivos y especulativos.

Como decía, todos y cada uno de los eslabones de la cadena deben cubrir sus costes de producción y obtener un margen razonable por lo que, señora ministra, olvídese de topar precios finales porque en dicho caso, la rebaja en el PVP no la van a asumir ni las cadenas de distribución con las que tan gustosamente comparte sofá ni las industrias agroalimentarias sino, una vez más, la asumirá el eslabón más débil de la cadena, el productor.

Tan crudo como real. Por lo tanto, Yolanda, apúntate a un curso de construcción (sostenible, eso sí) y ya en la primera clase comprobarás que las casas comienzan por los cimientos.