Os aseguro que existen semanas en las que la inspiración brilla por su ausencia, en tanto que en otras surge un abanico de posibilidades. Es el caso, sobre todo después de conseguir tres nuevos puntos de valor. Pudiera referirme al duque de Sussex, el príncipe Harry, que se va a hacer de oro con su libro En la sombra sin gastar una libra en publicidad. Le sale gratis merced a los ríos de tinta de los tabloides ingleses y a la infinita catarata de tertulias y tertulianos que opinan como si conocieran al chico pelirrojo de toda la vida. Imponente aluvión de especialistas en la monarquía británica y zapatiesta general que me encanta. Como no me duelen prensas, os digo que me cae bien por rupturista y que voy a comprar el libro y lo voy a leer para conocer lo que piensa del father, del brother y de la queen consort.
No le va a la zaga la famosa canción del despecho. El desamor, o como le queráis llamar, se relaciona ahora con suegras, tipos de coche, impuestos, faranduleo, relojes de una marca que conocí en Ceuta cuando hacía la mili. ¡Tengo un casio! Me dan pena los niños. Y desde luego, para canciones de desencuentros valoro más y mejor aquella en la que María Dolores Pradera se conformaba con que le devolviera el rosario de su madre. Cuando escribo esta composición suena de fondo una sutil música con una cuidada y respetuosa letra. “Devuélveme el cariño que te di. Tú, no eres quien merece conservarlo, Tú, ya no vales nada para mí”.
No es precisamente un desencuentro la relación entre la Real Sociedad y Roberto Olabe, otro de los asuntos con argumento de los últimos días. Las dos partes dejan mudas a las sirenas para que no canten, al menos hasta 2026, y alejan al demonio con posibles tentaciones. ¡Está el mundo del fútbol como para fiarse! No seré yo quien ponga un pero al acuerdo, porque el movimiento se demuestra andando. Seguro que hay cosas mejorables, pero el paisaje general transmite una seguridad en lo que se hace que se agradece. La gente disfruta con su primer equipo y los jóvenes jugadores saben que existe una política deportiva en la que, si demuestran su valía y actitud, dispondrán de oportunidades. Olabe, caerá mejor o peor, pero es el gestor de una estructura en la que no faltan ni arquitrabes, ni ojivas, ni contrafuertes. Su renovación, además de la fidelidad entre las partes, supone confianza en las personas y en los diseños de los distintos planes que todos defienden a capa y espada.
Todo esto sucedió antes del partido sublime. Confieso ante esta feligresía que, desde tiempo inmemorial, les tengo bastante paquete a estos derbis, tanto al de aquí como el de allá. Hay una pose, no exenta de galanuras y donaires. Las dos partes se tienen muchas ganas y no se disimula. Más allá de lo que sucede en la grada con las aficiones, basta con bajar a la sala de prensa y ver las caras de los periodistas. El que gana no disimula, el que pierde queda chamuscado. Y como el camino está plagado de situaciones indefendibles, con actuaciones implacables (Fermín, el del banderín, y similares) prefiero que todo pase rápido, incluso después de un 3-1. Es cierto que, desde que Jon Uriarte, el nuevo presidente del Athletic, arrasó en las urnas, no hemos asistido a ninguna soflama, ni asunto ruidoso que se le parezca. ¡Es de agradecer! Una cosa es la rivalidad y otra perder el norte y éste señor al que no tengo el gusto de conocer dispone de una espléndida brújula.
Luego, llega el partido. Ignoro si entre los 38.342 espectadores (nuevo récord de asistencia) había algún neutral. Debió salir encantado porque el ambiente festivo, la puesta en escena y el encuentro completaron un elenco maravilloso. Primero, con el txistu, el aurresku, el himno, las canciones y el tifo, además de la imparable e impagable actitud del respetable. El primer tiempo fue de nivel, bastante mejor que algún tostón precedente. Los goles de Sorloth y Kubo fueron como una mascletá sin petardos. Luego, el de Sancet, quizás el mejor de los rojiblancos, apretó las cosas.
Se esperaba un segundo tiempo de poder a poder, con el Athletic tratando de empatar y la Real dispuesta a defender su territorio. Los tres tantos responden a tres robos de balón en campo contrario, lo que demuestra la convicción del equipo. Lesionado Sorloth, entra Oyarzabal y un penalti a Kubo le permite al capitán recuperar las sensaciones perdidas. La victoria merecida da continuidad a todo lo que el equipo, el club, está haciendo.
Con el 3-1 busqué un rosario que me regalaron desde la Ciudad del Vaticano. Lo miré, di una vuelta por las cuentas y dije que no sale de casa, ni cambia de destino. Lo mismo que el equipo que ofrece una actitud extraordinaria, de dulce, de creencia en sus opciones, explotando sus virtudes y manteniendo esa posición de privilegio que encandila a su feligresía. Que Sorloth marque (espero que no sean graves sus males) supone la continuidad de una formidable racha. Que Take Kubo se deje (¿cómo se dice huevos en japonés?) el alma en un partido para el que estaba concienciado, denota la rápida manera de adaptarse a un vestuario en el que supongo hubo fiesta. Como en tantos otros sitios de este humilde territorio.
Apunte con brillantina. Cerrado uno de los restaurantes emblemáticos del territorio, la comida oficial cambió de escenario. ¡Surprise! No me consta que acudieran ni Harry, ni Shakira, ni Gerard, ni Meghan Markle, ni quien suscribe. Obviamente, no estaba invitado. Por preguntar, ¿Hubo angulas en el menú, ante la cercanía y vísperas de San Sebastián?