Desde tiempo inmemorial, el día de Navidad y por televisión, se enlazan dos hechos que nada tienen que ver entre sí. Primero, un ángelus desde El Vaticano, con la bendición Urbi et Orbi, y luego una sesión de saltos de esquí. En esta ocasión escuché al Papa Francisco. Sentía una curiosidad. ¿Haría una referencia al mundial de Qatar y a la victoria de Argentina? Podía suceder, ya que el cardenal Bergoglio es futbolero y seguro que en sus oraciones personales había un huequito para los jugadores. Ver las calles de Buenos Aires atiborradas de público no es una casualidad, sino la expresión pública de un sentimiento al que podéis añadir el adjetivo que os parezca. Pocas cosas despiertan tantas pasiones como un partido de once contra once. La capacidad de llamada es brutal. No hay nada que una tanto a los ciudadanos de ese país como la albiceleste. Estén como estén, mande quien mande, es un amor fraternal. Su santidad no dijo nada, ni hizo el menor guiño a la respuesta de miles y miles de personas que se echaron a la calle. Humildemente, estimo que había argumentación suficiente como para destacar el hecho. Ignoro si la homilía la escribió el Papa o pertenece al trabajo de otras personas que piensan que aún se juega con el balón de pitorro. Lo que parece claro es que el fallecimiento del cardenal Ratzinger, funerales y demás, no va a dejar hueco a las filigranas.

Esta semana nos encontraremos con una realidad mucho más humilde. La Real jugará partido de Copa en Logroño. Todo lo que se puso a la venta se agotó en un santiamén. Eso significa que una vez más los seguidores realistas estarán al lado de su equipo en Las Gaunas. Ello conlleva pasta para la tesorería y cajas extraordinarias en hoteles, restaurantes y demás. Salvadas las distancias y las trascendencias, el poder de convocatoria es brutal en el mundo de fútbol. Evidentemente, responde como nadie en propio feudo y acude en masa para, por ejemplo, ocupar 34.847 asientos en la cita ante Osasuna.

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[Fotos] Ambientazo en el derbi entre Real Sociedad y Osasuna Ruben Plaza

Despedíamos el año con un partido de enjundia entre dos equipos que se conocen de sobra, en cuyos banquillos conviven dos técnicos que les van como anillo al dedo a sus clubes. No se guiñan, pero se llevan estupendamente. Ambos bebieron en las fuentes de Zubieta y ambos han hecho carrera muy respetable. Las dos formaciones llegaban sin sobresaltos a la cita. La Real, tercera; los navarros, séptimos, con tres puntos menos. Eso no significa que no se tuvieran ganas, porque los triunfos refuerzan situaciones y acercan objetivos. Tanto Jagoba como Imanol saben lo que quieren y se afanan en conseguirlo. Sucede que la diferencia entre las plantillas es notable y que, si la máquina txuriurdin no gripa, las opciones de conquista aminoran.

La Real me gustó porque disfruto con el fútbol por los extremos, al primer toque. Se lleva poco. Silva abrió el compás, sacó la regla y el cartabón y en la zona de conflicto se montó un belén considerable. Se trataba de dinamitar el plan rojillo y para eso había que moverse mucho, bien y rápido, para crear espacios y sorprender.

La vida sigue más o menos igual. La constelación de zurdos se alinea y de ellos sale el primer tanto, el que cruza Brais al fondo de la meta de Aitor Fernández... El gallego dio el pase del segundo y sigue siendo una auténtica pasada la temporada que está haciendo. Soy el primer sorprendido. En el segundo tiempo, el equipo no se atrincheró sino que movió más el arbolito ya que se trataba de cerrar el partido cuanto antes, con el objetivo de evitar sustos mayores. Como Sorloth va a su maravillosa bola, te manda una picadita que sube al marcador y amplía la diferencia. El noruego ya lleva marcados más tantos que en todo el ejercicio anterior y es un jugador que juega con sus límites, rentable y eficaz. La decisión de recuperarle este año fue un acierto como se constata a cada paso.

Este último día de San Silvestre no se olvidará fácilmente porque supuso el fin de la pesadilla para un jugador querido y admirado. Llegó el minuto 86 e Imanol le devolvió al mundo del que estuvo alejado nueve meses. El técnico le abrazó y los ojos del eibarrés se humedecieron al escuchar la atronadora ovación de sus partisanos, el respeto de sus compañeros, en pie, aplaudiendo desde el banquillo.. Aquello fue un guiño colosal de fidelidad a la persona y al jugador. Impagable. Sólo él, y nadie más que él, sabe lo que ha pasado durante todo este tiempo. Declaraba al final del encuentro que había descubierto muchas cosas que en circunstancias normales no es posible conocer. Hasta en eso es diferente.

El equipo despide el año en tercera posición con un alto nivel de juego, suficiente capacidad ofensiva para decantar los encuentros y fortaleza a la hora de superar los múltiples problemas que se le han planteado en el camino (lesiones). Así que a la vuelta de esta esquina se inicia la cuesta de enero, con partidos de copa, liga y demás que van a exigir un plus. ¡Nada nuevo en la oficina!

Apunte con brillantina: el arbitraje de Pizarro Gómez, poco que discutirle, demostró que cuando los equipos colaboran las cosas son mucho más sencillas. ¿Para qué liarse? Antes del encuentro de Anoeta, se disputó el derbi catalán. No fue un partido cautivador, pero se montó una sardana colectiva que os sugiero veáis porque no hay desperdicio. Pitando Mateu está garantizado el mambo y la seguidilla. ¡Catorce amarillas y dos rojas! Sean ustedes felices y que el año 2023 merezca la pena en vuestras vidas. Urte berri on!