Supongo que por vuestras manos pasa a menudo un teléfono móvil y que depende de las habilidades propias para descargar las aplicaciones. Como la torpeza es compañera de viaje, siempre hay alguien generoso y comprensivo que termina haciéndome el favor de poner en marcha lo que me interesa: cuestiones de aparcamiento, Instagram, Twitter, tráfico, música, resultados deportivos. Lo que queráis. En mi caso añadí uno que pronostica el tiempo y que anuncia lo que sucederá en las próximas horas y días. Como la semana ha sido de órdago a la grande, llevaba dándole al dedo índice hacia arriba y para abajo esperando la aparición de emojis negros de tormenta. Desde hace varias jornadas, se apuntaba a la tarde del domingo. Era el momento elegido para la descarga acuosa y la bajada de temperaturas. Llegaba el Betis, acostumbrado más a los sofocos que al sirimiri. Como todo coincidía con el cambio de hora y con el partido señalado para cuando hay que ahorrar energía y organizar queimadas, pandemónium y barahúndas, creí que el partido contaba con un valor añadido. ¡Creí! ¡Ay mísero de mí, ay infelices!

Llovía más en Calahorra a media tarde. La chaparrada se convirtió en un si es no es. Vamos, una caquita. Y el partido aparcó los posibles valores añadidos. Por cierto, hablando de aparcar. Como las horas a las que se juega son más de discoteca que de otra cosa, muchos aficionados necesitan desplazarse con sus utilitarios. Luego, cada cual se busca la vida como puede y aparca en los lugares más inverosímiles. Por ejemplo, un tanatorio. Recientemente, se encontraron con una sorpresita, ya que cuando fueron a retirar los vehículos tras el encuentro, la cancela estaba cerrada, la cadena sujeta con candado y la feligresía metida dentro de sus coches sonando el claxon, no para que resucitaran los difuntos, sino para que un alma caritativa les permitiera salir del recinto. Después de media hora, alguien se apiadó y permitió la salida. En la siguiente cita, anoche por ejemplo, no pasó ni el tato.

Tampoco pasó nadie por las defensas de los equipos que se citaban a duelo en Anoeta. El primer tiempo ofreció la imagen de un equipo local valiente, que durante la primera media hora asumió el mando y dominó al oponente. Buscó la portería rival pero sin claras ocasiones. Una de Carlos Fernández se fue al poste y otra de Pablo Marín, también sorpresita pero distinta a la anterior, la mandó al limbo la parada del meta. Luego, el Betis fue estirándose, pero no encontró facilidades para lucir palmito y poner en jaque el trabajo de los de Imanol. En un partido de poder a poder, entre el respeto, el miedo a perder o equivocarse, las ocasiones fueron contadas. Así que nos fuimos al descanso sin goles y con la sensación de que quien abriera la lata se llevaba el gato al agua (lo del agua es un decir). Fue el Betis. Los sevillanos llegaron más enteros al final, con más tablas y experiencia, sabiendo que el partido se podía romper en los minutos en los que pesaran el cansancio físico y mental. Volvieron a acertar, porque erraron menos en las áreas. Además, vieron al santo de cara y contaron con la pizca de fortuna necesaria. Primero, Juan Cruz; luego, Borja Iglesias aprovecharon dos errores de verbena. Los del Villamarín desataron su particular tormenta. Le cayó encima a un equipo que no merecía tanto castigo, pero los verdiblancos hace tiempo que se le atragantan a Imanol y a su gente. Es cierto que crearon suficientes ocasiones como para que las cosas concluyeran de distinta manera. El cabezazo de Magunazelaia merecía otro premio, pero Rui Silva le dejó con las ganas de celebrarlo con una parada excelente. En partidos de tanta igualdad, con buenos equipos, los errores se pagan. Ahora, no moveré el índice buscando nuevos chaparrones, sino esa carita de cuyo ojo izquierdo cae una lágrima de tristura o de esperanza porque que, en un partido de semejante calado, sea titular Pablo Marín y se incorporen al juego Magunazelaia, Karrikaburu o el propio Robert Navarro pone otras cosas en valor.

Apunte con brillantina: Con lo del cambio de hora, el día de ayer se hizo eterno. Jugándose a las horas del último biberón, durante la tarde hay tiempo para ver pelota, patinaje artístico, basket y cuantos partidos de fútbol desees. Elegí el Manchester United contra el West Ham, porque los primeros vienen el jueves a disputar el último encuentro de la fase europea. No creo que en esa ciudad dispongan de santa a la que venerar, pero si no es por el meta David de Gea, a estas horas no hablamos de un triunfo por la mínima. El cancerbero se lució de lo lindo, mereció ofrendas de altar y firmó una actuación espectacular. ¿Estará en la famosa y manoseada lista de 55? Será el último bastión que habrá que derribar para concluir de modo inmaculado la fase de grupos de la competición continental.