ace ahora un año despedíamos un 2020 en el que un desconocido virus nos había cambiado la vida y amenazaba muy seriamente la salud individual y colectiva, la economía mundial y la continuidad del sistema social tal y como la entendíamos hasta entonces. Al mismo tiempo, el arranque por aquel entonces del proceso de vacunación -que a la postre ha resultado un gran éxito compartido- y la experiencia acumulada en la lucha contra la enfermedad hacían albergar la esperanza de estar estrenando un 2021 que se caracterizaría por la convivencia con el covid-19, la vuelta a la normalidad y la recuperación. No ha sido del todo así, pero se han dado grandes pasos. Las semanas y días previos a terminar el año estamos viviendo un desconocido tsunami con continuos récords en el número de contagiados diarios e incidencia acumulada, con una preocupante tendencia al alza y al tensionamiento del sistema sanitario que, tras 22 largos meses de fatiga pandémica, han llevado a parte de la ciudadanía al hastío, la frustración y a un sentimiento de cierto pesimismo. Sin embargo, es necesario observar y analizar el escenario a medio y largo plazo con la suficiente perspectiva. La actual situación del covid es preocupante, y hay que afrontarla con la contundencia, la prudencia, la responsabilidad y el compromiso colectivos que la amenaza exige, pero hay razones para un justificado optimismo, alejado de esperanzas vanas o ilusorias. Esta sensación general de incertidumbre y cansancio no puede llevarnos a la desconfianza en nuestros gobernantes, lo que no excluye en absoluto la crítica razonada y rigurosa, alejada de la demagogia y el populismo. El lehendakari, Iñigo Urkullu, subrayó en su tradicional mensaje navideño que el bienestar y el bien común "comienzan por el compromiso de las instituciones". Así debe ser en una sociedad avanzada y democrática como la nuestra. Es, por ello, seguro que nuestros organismos públicos responderán -como se comprometió el lehendakari- a la demanda social de salvaguardar la salud pública en equilibrio con la salud emocional, económica y social. Y es asimismo indudable que la ciudadanía vasca responderá con igual responsabilidad al reto. Vencer al virus, preservar la salud y afrontar la necesaria y urgente recuperación anímica, social y económica son los titánicos pero alcanzables desafíos de 2022.