a constatación realizada ayer por la consejera de Gobernanza Pública y Autogobierno, Olatz Garamendi, de la absoluta ausencia de avances respecto al traspaso a Euskadi del Ingreso Mínimo Vital (IMV) y del rechazo a la nueva limitación en la capacidad de organización y decisión de la CAV que supone el acuerdo alcanzado el lunes en Madrid sobre la situación de los interinos en la Administración, vuelve a poner encima de la mesa la objetiva dificultad del Ejecutivo de Pedro Sánchez para respetar el autogobierno vasco de acuerdo con lo establecido en el Estatuto de Gernika. El presidente español tiene un problema evidente y de calado con varios de sus ministros y ministras. También, entre otras cuestiones, en lo relativo a las relaciones con Euskadi y sus competencias propias y exclusivas que algunos responsables de determinadas carteras no terminan de asumir. El caso más palmario, aunque no el único, es el del titular de Seguridad Social, José Luis Escrivá, sobre cuya gestión llueve sobre mojado. Sus contradictorios mensajes sobre el recorte de las pensiones para las generaciones del llamado baby boom al margen del acuerdo alcanzado con los agentes sociales retrata una nula orientación política. En lo que concierne a Euskadi, no es de recibo que más de un mes después de que el Gobierno Vasco transmitiera su rotundo rechazo a asumir la transferencia del IMV tal y como la planteaba Escrivá -es decir, vacía de contenido real, desdibujada en una mera gestión y sin respetar el modelo del Concierto Económico y el Cupo tal y como dispone el Estatuto-, el ministro no haya movido ficha, máxime cuando acumula un retraso de más de ocho meses tratándose de un asunto de alta sensibilidad social en plena crisis económica. Se trata, simplemente, de cumplir la ley (artículo 10.12 del Estatuto) y los acuerdos alcanzados. Mayor extrañeza puede causar que el ministro de Política Territorial y Función Pública, Miquel Iceta, limite también las capacidades vascas para resolver el problema de los interinos. Sánchez debe ser consciente -de hecho, lo es- de que varios de sus 22 ministros y ministras son un obstáculo para el propio Gobierno y sus socios y, por si fuera poco, carecen de coordinación interna. El presidente sabrá si es hora o no de una remodelación de su gabinete sobre la que se viene especulando, pero es obvio que debe atajar cuanto antes esta importante vía de agua.