iempre hay que mirar a Europa. Antes y después de la pandemia. Y después del brexit. Aunque siempre hay incertidumbres y déficits, lo cierto es que el proyecto europeo ha superado las aguas turbulentas del covid-19. Europa como actor internacional sigue siendo una referencia no solo en derechos y libertades sino en una apuesta por la inversión pública pensando en la cohesión social y la recuperación económica. Si la crisis económica de 2008 se saldó con recortes sanitarios, entre otros, la crisis sanitaria del covid-19 se está traduciendo en refuerzos económicos. Austeridad frente a una nueva versión de Keynes que inesperada pero afortunadamente ha recibido incluso el impulso de los aires atlánticos de los nuevos tiempos de Biden. Con todos sus defectos, la compra y distribución de las vacunas por parte de la Unión Europea ha sido un elemento clave en la lucha contra el virus, con indicadores de cobertura muy notables que deben de llevar también a una propuesta de generosidad con terceros países. No debemos olvidar que la riqueza de nuestro país también debe demostrarse mediante una solidaridad que, en el caso de la vasca, trasciende a sus fronteras. Con esa mirada vigilante de ayuda a quienes menos tienen y peor lo están pasando, el Gobierno de Iñigo Urkullu anuncia la llegada de un pasaporte que permitirá a sus ciudadanos y ciudadanas traspasar fronteras dentro de la propia Unión Europea con mayores garantías sanitarias. La extensión de ese documento por parte de Osakidetza a partir de este miércoles echa por tierra las duras críticas recogidas durante todos estos meses a la gestión de la vacunación en Euskadi y abre la posibilidad de viajar con mayores cotas de seguridad. Y Europa es antes y después de la pandemia, también en su faceta puramente económica. Los fondos de recuperación y resiliencia lo serán en la fase pospandémica si se saben utilizar como algo más que banderas electorales. Europa también ha jugado un papel esencial en la nueva tasa a las grandes multinacionales, algo muy demandado por la sociedad. Aunque hay procesos electorales dentro de sus fronteras, como el alemán o el francés, que pueden ser determinantes, Europa como sujeto político parece haber salido fortalecido de este trance entre los grandes bloques norteamericano, chino y ruso. Por ello, pase lo que pase, siempre hay que mirar a Europa.