l recién finalizado mes de mayo ha vuelto a suponer un paso adelante en el comportamiento del mercado laboral en el sentido de consolidar una incipiente tendencia a la recuperación económica en términos de empleo y afiliación a la Seguridad Social. El desempeño de este aspecto de la economía en Euskadi va parejo al de la propia actividad y al del entorno en el sentido de que las condiciones extremas del último año y su impacto sobre la población activa vasca se van superando en paralelo. Ha sido dolorosa la pérdida de empleos en el pasado ejercicio y está siendo costosa su recuperación pero el camino está trazado. El factor de normalización de la actividad es el principal garante de la consolidación de ese proceso, al que siempre se podrá impulsar con medidas de empleabilidad, formación y transformación del propio tejido económico. La composición del mismo ha tenido un papel importante en la conservación de puestos de trabajo en este último año en Euskadi. Sectores industriales y servicios de valor añadido han permitido conservar espacios de actividad de los que en otras latitudes no han dispuesto. También las herramientas legales de protección del empleo -ERTE- han respaldado su mantenimiento. Y, como en cualquier otra coyuntura, un escenario de estabilidad social y política es un activo innegable. Euskadi ha dispuesto de estas herramientas y esto ha permitido minimizar comparativamente con el entorno el impacto negativo de esta crisis pandémica. Como en cada proceso convulso, las empresas necesitan certezas para asegurar su supervivencia y, con ella, la de los empleos que crean. Pero las relaciones laborales se resienten en el flanco más débil: el de la estabilidad y la calidad del empleo. La temporalidad es una constante endémica que los planes del Gobierno Vasco pretenden combatir. Siendo inferior a la media del Estado, el 23% que registra Euskadi sigue lejos de la media europea y debe aspirar a acercarse a economías más estables como la alemana -11%- o la francesa -16%-. Sus mecanismos de flexibilidad y seguridad merecen ser observados y aprender de sus virtudes y defectos. La rigidez del mercado laboral no es garantía de estabilidad ni calidad de los contratos. Y la feminización de esa temporalidad también es un fenómeno creciente a analizar. No puede permitirse otro lastre de género; por un principio ético y porque tiene un coste objetivo que la sociedad no puede permitirse.