a pandemia del covid-19 y su gestión sanitaria, social, económica y política ha venido a plantear una suerte de test de estrés para el Estado autonómico tal y como está concebido desde la Constitución de 1978. El resultado está siendo decepcionante. Si ya durante más de 40 años el centralismo más voraz, la cicatería, la imposición, el vaciado de competencias incluso consideradas exclusivas en el Estatuto y la negación de diálogo bilateral e interlocución de las comunidades autónomas ha caracterizado las actitudes y las políticas de los sucesivos gobiernos españoles, esta crisis ha agudizado esas tendencias centrípetas precisamente cuando las autonomías más necesitan instrumentos propios para ejercer sus funciones -legalmente establecidas- para luchar contra el coronavirus y salvaguardar la salud de la ciudadanía. En este sentido, la cogobernanza está siendo una ficción, cuando no un mero señuelo. Cada avance en el terreno de las competencias o de la cogestión ha tenido que ser poco menos que arrancado al Gobierno de Pedro Sánchez. En este contexto es en el que hay que entender parte del contenido de la carta que el lehendakari envió al presidente español, Pedro Sánchez, el pasado 22 de abril -ocho días ya, y sin acuse de recibo aún- en la que le planteaba la prórroga del estado de alarma para que Euskadi y el resto de CCAA cuenten con garantías jurídicas para tomar medidas frente al covid-19. La misiva es el fiel reflejo del descontento y el malestar de Iñigo Urkullu con la ausencia de compromiso del Ejecutivo Sánchez con el cumplimiento de los acuerdos adquiridos en materia de autogobierno. Ejemplos como la transferencia del Ingreso Mínimo Vital -que tenía que haberse materializado en octubre del año pasado-, el incumplimiento del calendario de diálogo y negociación sobre otros traspasos pendientes o la gestión unilateral y escasamente rigurosa de los fondos europeos Next Generation -como ayer mismo puso de manifiesto el consejero Pedro Azpiazu, que, frente a ello, propuso impulsar los PERTE autonómicos y dar mayor protagonismo a la industria- son reflejo de esta manera unilateral de entender las relaciones entre administraciones. Sánchez debe abandonar ya la cómoda inercia centralista y liderar la cada vez más urgente transformación del caduco, ineficaz y lastrante modelo autonómico.