ese a que apenas se está comenzando a percibir una mínima relajación de las restricciones, que en ningún caso van a facilitar la movilidad interterritorial en el Estado, existe el riesgo objetivo de que la percepción ciudadana sea de que es momento de empezar a rescatar prácticas -relacionadas con el ocio- ante la perspectiva de la Semana Santa. Es una peligrosa actitud que choca con la evolución de la pandemia en nuestro entorno. Alemania, Francia, Italia y otros países europeos están anticipando ya un empeoramiento de los contagios que empiezan a percibir como el inicio de una cuarta ola. En todos ellos, las restricciones han sido severas y los recursos, máximos pero, no obstante, no están siendo suficientes para eludir una tendencia con características propias no atribuibles al celo de los gestores sanitarios y administrativos, como sí se pretende en el discurso de quienes hacen oposición con este grave asunto. En el Estado, las fuerzas de oposición al Gobierno de Pedro Sánchez de ámbito estatal -PP, Ciudadanos y Vox- se han limitado al cuestionamiento de los mensajes a la ciudadanía pero es difícil encontrar en ellas la adhesión debida a la concienciación en responsabilidad frente a los usos y prácticas sociales, identificadas fehacientemente como factores de riesgo de transmisión. En algunos casos, como el de la Comunidad de Madrid, su Gobierno ha sido más oposición al discurso del Ejecutivo estatal que gestor eficiente de sus propias circunstancias. Eso sí, con la constante de ofrecer a la ciudadanía un marco antipedagógico en el que prima lo que quiere escuchar por encima de la debida cautela. En Euskadi, a esa práctica también sistemática se ha sumado el intento de descrédito permanente de los mecanismos de gestión y la demanda de crear espacios de visibilidad política propia -mesas de partidos, pero no técnicas-. Los debates aquí han pasado de reclamar la paralización del país a reprochar el cierre de la hostelería; de cuestionar la velocidad de vacunación hasta que se constató la carencia de viales, a descontextualizar las dificultades de trazabilidad de los contagios -que está en el entorno del 50%, no del 1% como se sugiere en una mezcla de datos errónea o interesada-. Todo ello sin propuestas, como meros mecanismos de desgaste sin aportación real. El reproche de falta de liderazgo en la gestión es reflejo de esa misma carencia en la oposición.