o va a ser una sorpresa que los presupuestos de las instituciones vascas que cuentan con mayoría suficiente de los equipos de gobierno de PNV y PSE salgan adelante, con los presupuestos del Gobierno Vasco a la cabeza. Lamentablemente, tampoco lo va a ser que los consensos no van a poder ampliarse con el respaldo de las fuerzas de oposición. El juego del parlamentarismo acaba reduciendo la vocación de encuentros a las necesidades aritméticas y ni los partidos de gobierno ni los de oposición tienen esas necesidades en estos momentos. El proceso que lo marca todo es el propio de negociación previa a las enmiendas a la totalidad. Sin ser necesaria la participación de la oposición, el tono de ese acercamiento era una oportunidad para propiciar terrenos de juego futuros porque la legislatura es larga, acaba de arrancar y el hecho de que vaya a ser estable no exime del necesario compromiso con el diálogo a las partes porque hay aspectos legislativos a acometer y una situación extraordinaria en lo social, lo económico y lo sanitario que debería ser motivo de una implicación de sensibilidades diversas. No hacerlo así reducirá los próximos años el escenario político vasco a un mero choque de voluntades sin efecto directo en la gobernabilidad pero con un coste en el ánimo social. La experiencia de los primeros presupuestos con mayoría absoluta en décadas ha situado a los agentes de ese diálogo necesario en distintos rincones del cuadrilátero político. Este contexto arrastra a una consecuencia indeseada en forma de rechazo sistemático a todas las enmiendas de la oposición. Se han reproducido en ellas las constantes en las que se basaba el desencuentro constatado en la negociación presupuestaria de semanas atrás. Cuando las enmiendas parciales tienen la inspiración de enmendar la plana a la totalidad del enfoque presupuestario, el punto de encuentro se antoja casi imposible. Igualmente, en el distanciamiento ha pesado la indisimulada intención de proyectar una transformación completa de las prioridades de las cuentas por parte, sobre todo, de los partidos que se reivindican de izquierda, cuya formulación de cuentas se basa en un sistemático recurso al aumento de la presión fiscal y el endeudamiento. El momento extraordinario requiere fórmulas específicas, pero no a costa de desatender las constantes del modelo de bienestar vasco o de condicionar su sostenibilidad futura.