a imagen del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quitándose la mascarilla a su llegada a la Casa Blanca pese a su contagio de COVID-19 y tras haberse sometido a un tratamiento que su propio médico califica de experimental ejemplifica el escaso nivel de responsabilidad política que se exigen hoy, al relativizar la gravedad de la situación, algunos políticos. La desconsideración de Trump hacia quienes trabajan en la residencia presidencial, quienes se han preocupado y ocupado en su salud y hasta quienes en su momento le apoyaron para ser investido presidente de EEUU o quienes a pesar de todo le respetan por serlo sería ya de por sí enorme por lo que el gesto entraña de nefasto ejemplo en el cumplimiento de las medidas de prevención para millones de personas, no solo estadounidenses. Pero lo es aún más por el motivo que parece haberlo impulsado. Trump ni siquiera se apoyaría en su convencimiento personal, esté o no equivocado, mucho menos en el conocimiento científico, para minimizar la importancia de la pandemia como, por cierto y según ha relatado Bob Wooward, ya hizo en febrero al ocultar las informaciones sobre la gravedad del coronavirus transmitidas por el presidente chino Xi Jiping, sino que actúa en virtud de sus intereses y necesidades electorales de cara a las presidenciales. Aunque el efecto de esa imagen de Trump pueda llegar a no medirse con certeza en unas elecciones más polarizadas que nunca y en medio de una crisis que ha llevado al desempleo a 30 millones de estadounidenses, las encuestas sitúan al actual presidente 7,8 puntos en intención de voto y cuarenta votos electorales por detrás de su rival demócrata, Joe Biden, quien contaría con 226 de los 270 votos necesarios para obtener la mayoría en el colegio electoral, según el agregador de datos de encuestas Real Clear Politics. Trump necesita un vuelco en las cuatro semanas que restan hasta el 3 de noviembre. Y este pasa principalmente por dos estados: Florida, donde el margen se estrecha hasta los dos puntos, y Pensilvania, ambos de población mayoritariamente blanca (77% y 80%) y de avanzada edad (20% y 22% por encima de los 65 años) con la que Trump buscaría conectar gracias a esa imagen de triunfo frente al coronavirus y su discurso de esperanza ante el COVID-19 que en Estados Unidos, pese al mensaje que difunde su presidente, ha causado ya 7,5 millones de contagios y 210.000 fallecidos.