Con el nuevo año llega el planteamiento de nuevos proyectos para encarar con éxito los retos que nos traiga 2020. El año anterior ha sido intenso, con cinco citas electorales después de tres años de incertidumbre política que ha marcado la inestabilidad en el Estado, una característica de la que Euskadi se desliga mirando al nuevo año con los presupuestos aprobados y terminando el segundo mandato de Iñigo Urkullu bajo la vitola de la estabilidad. Acostumbrados a ciclos electorales largos, 2020 no será una excepción con la convocatoria de las elecciones autonómicas en la CAV para después de verano, despejado ya el adelanto electoral con la aprobación de las cuentas, y que darán paso a una nueva legislatura marcada ahora por el cambio de eje tras el apoyo de Elkarrekin Podemos al proyecto presupuestario. La nueva legislatura vasca acogerá el tránsito parlamentario de la reforma del nuevo Estatuto político, una fase decisiva en el Parlamento para superar los disensos y ensanchar los acuerdos entre las formaciones, como una vez más solicitó el lehendakari en su mensaje de fin de año, en asuntos como el derecho a decidir o la relación bilateral con el Estado. Una relación marcada por el cumplimiento del actual Estatuto con base en el traspaso de las competencias pendientes explicitadas tras el acuerdo PSOE-PNV para la investidura de Pedro Sánchez que, salvo sorpresa será investido el próximo martes en el Congreso para presidir el primer gobierno de coalición de la democracia que deberá sobrevivir votación a votación tras la aguda fragmentación de la Cámara y encarar la crisis territorial marcada por el conflicto catalán tras las últimas sentencias llegadas de Europa y la necesidad de apoyo de los independentistas catalanes que mantienen también su particular tensión interna. Una nueva etapa que supondrá cierta continuación de las cuestiones pendientes de la agenda política basadas en el estancamiento estatal con epicentro en Catalunya y su posible adelanto electoral tras la inhabilitación de Quim Torra por desobediencia. Una intensa agenda que ha de ser tomada para reivindicar el valor de la política y que caminará de la mano de la económica y social bajo el fantasma de la desaceleración solo sorteable si se despejan las incertidumbres causadas por un brexit que promete ser caótico en un mes o la guerra comercial con asiento en las relaciones entre EEUU y China.