Un buen chico, Borja Sémper. Pasó por la política vasca representando al sector menos asilvestrado del PP, un tipo cordial, un chaval que podía ser de la cuadrilla y que se tomaba en serio su trabajo, cosa nada fácil en los tiempos que le tocó ejercer por aquí. Se echó una pareja muy popular, euskaldun de toda la vida y, de repente, anunció que abandonaba la política y se marchó a Madrid “para disfrutar de una vida diferente” y abrir una ventana en “aquel clima de confrontación permanente”. Caía bien Borja Sémper y se comprendieron sus razones para renunciar a la trifulca de la política hace ya tres años. Claro que para aquella mediática renuncia también habría pesado su alineamiento con Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias del PP y la convicción de que, como perdedor, lo que le esperaba era ser laminado por el ciclón Pablo Casado.

El asunto es que ahí estaba Borja Sémper, a sus cosas, en su oasis madrileño, cuando tres años después fue fichado por el nuevo líder, Alberto Núñez Feijóo, nada menos que para portavoz de campaña, un puestazo nada provisional ya que el PP está en campaña permanente. Así, en teoría, todo parecía pintar bien; defenestrado el broncas Pablo Casado y liderado el PP por un personaje ecuánime y sobrio, se esperaba que el tándem Feijóo-Semper iba a moderar el ambiente crispado que alimentó el hoy difuminado Casado.

Repetidamente Sémper ha expresado su rechazo a la confrontación política, su deseo de una sana convivencia entre ideologías diferentes y hasta ha vaticinado un restablecimiento de la normalización de las relaciones interpartidarias. No se lo cree ni él. Mientras el punto de partida de la estrategia del PP siga siendo considerar como ilegítimo el actual Gobierno, la confrontación más descarnada, la hostilidad a cara de perro y la más absoluta falta de respeto seguirán dominando el ambiente político español.

Los buenos deseos de Borja Sémper y sus augurios de futura normalidad política tropiezan con la empecinada y arrogante obstinación de personajes como Isabel Díaz Ayuso, que se sabe caudilla de España –porque “Madrid es España dentro de España”–, que provoca, menosprecia y asalta el poder de su propio partido y desafía a todos, incluidos Feijóo y, por supuesto, Sémper, con su chulesco lema electoral “O Sánchez o España”. Nada menos.

Esto es lo que hay, muy lejos de los candorosos vaticinios de Sémper. Ya hemos visto las provocaciones populistas de Ayuso, el arrugamiento de Feijóo, la arrogancia de Miguel Ángel Rodríguez –ojo, que este manda mucho– marcando línea y el aumento desaforado del nivel de tensión en cuanto huelen elecciones. Por estar tan abajo en el escalafón, casi mejor ni tener en cuenta las anacrónicas, ajadas y cronificadas alusiones a ETA de Carlos Iturgaiz, aportando su granito de arena a la bronca, a la confrontación, única vía por la que sabe caminar la derecha española.

Pero casi tan peligroso como este escenario de hostilidad es comprobar que el PSOE entra al trapo, que la bronca es el único aire que respira, que el enfrentamiento es el método a seguir incluso dentro de los propios socios del Gobierno, incluso dentro del propio partido. Tenemos crispación para rato, Borja Sémper, y la bronca seguirá incluso si ustedes, la derecha, recuperan el poder. Al tiempo. l