Podrá haber matices, y los hay, tanto en la vida práctica como en política, de forma que la realidad difícilmente puede definirse en blanco o en negro. La vida y las circunstancias que la conforman es una combinación de grises en la que todos nos vamos asentando, unos más cómodos y otros menos pero en cualquier caso con unas reglas del juego admitidas en democracia. En este país, guste o no, se instauró por mayoría un ordenamiento legal al que debe someterse cualquier planteamiento de parte, y bien que se ocupan de ello los tribunales.

El caso es que desde que perdió el poder, el Partido Popular ha ejercido una oposición sin ningún matiz, una oposición en la que o todo es negro, y vota blanco, o todo es blanco y vota negro. Desde que Pedro Sánchez fue elegido presidente del Gobierno, el PP tomó la decisión de objetar a todo con el pretexto de que no le gustan sus apoyos para lograr la mayoría. Da igual que la forma de desalojarle del poder fuera absolutamente legal, da igual que los partidos que le apoyaron fueran absolutamente legales, el caso es que desde la derecha oponente no se plantea otra estrategia que destruir este Gobierno, expulsar a Sánchez de la Moncloa. Y para ello decidieron negarle el voto sea cual fuere la propuesta parlamentaria que hiciere, contando para ello con el apoyo pandillero en importantes medios de comunicación y en redes sociales.

Estábamos casi acostumbrados, o resignados, a la provocación y la falta de respeto del anterior presidente del PP, Pablo Casado, y ahora comprobamos que la gran esperanza dialogante, Alberto Núñez Feijóo, no es más que un calco insípido del defenestrado, un recalcitrante abonado al “no” por principio, sea lo que sea que proponga el Gobierno. Las medidas para el ahorro energético planteadas ante el pleno del Congreso son razonables en la actual coyuntura, impulsadas por la Comunidad Europea y equiparadas a las aceptadas por los países de nuestro entorno. Es igual. Pues no. Podrían haberse perfeccionado y dejar en gris lo que ha quedado en blanco, o en negro, según se vea. También es igual. Pues no. Y ya puestos, el “sí es sí” parece de absoluta lógica para defender a la mujer del acoso machista. Pues no. El PP, con Vox, votan no. A Sánchez, ni agua. Se ahogue quien se ahogue.

Este comportamiento del primer partido de la oposición sitúa al PP al margen de las normas básicas de la convivencia política y transmite a la ciudadanía una imagen enfangada de la actividad política. El no a todo como estrategia electoral traslada a la sociedad una sensación quizá más de desmoralización que de indignación, una impresión de provisionalidad, temor de desestabilización y una duda fundada sobre la moderación de la convivencia política y social. El no por el no, el no como exclusivo argumento político, el no como arma arrojadiza, el no contra toda lógica, el no como actitud fija y persistente, puede que ni siquiera le sea útil al PP para acabar con el Gobierno de Pedro Sánchez, pero a la larga produce en la ciudadanía un rechazo cordial a los protagonistas del circo parlamentario y un desapego irremediable de la política. En fin, siempre les quedará Isabel Díaz Ayuso, porque “ Madrid no se apaga”.