I.Se ve que no es tan fácil escribir o pintar esa página negra de la memoria de los vencidos, los represaliados del franquismo y los silenciados, porque los partidarios de pasarla a todo trance en aras de un hipotética convivencia pacífica, lo que de verdad te están diciendo es que no la escribas porque su escritura pública les ofende: toda reivindicación es una denuncia. Eso le ha pasado a José Ramón Urtasun con uno de sus cuadros, en Salobreña, colgado en una exposición que conmemoraba el aniversario de La Desbandá, la matanza de la Guerra Civil contra civiles que huían de Málaga e intentaban llegar a Almería, perpetrada en febrero de 1937. El cuadro lo han rajado de manera muy expresiva con una cuchilla. No es la primera vez, ni va a ser la última, en eso conviene no engañarse. Lo de menos es el tema que representa el cuadro de Urtasun, que tiene que ver con la represión golpista en Navarra, sino el hecho de rajarlo, que revela una saña recocida a lo largo de décadas y ya revenida, una saña que no duerme, y algo más, la convicción por parte del agresor de no estar solo y de ser aplaudido por su jarca y no condenado por quienes se sabe sostenido. Hay silencios que equivalen a apología del franquismo, esa que se quiere residual, como hace nada se calificaba a la extrema derecha antes de que ocupara más de 50 escaños en el Congreso de los Diputados. Con los partidarios del silencio de los vencidos ocurre lo mismo: ni son momias ni cuatro gatos. Han aceptado gustosos una herencia de violencia y dictadura franquista con la que se sienten cómodos. Ese cuadro rajado es su firma.

II. Que reivindicar una pertenencia y con ella una forma de vida social y de gobierno, sea cosa de paletos, es una estupidez, pero tiene un trasfondo muy revelador. A la señora Díaz Ayuso, con alma de chulapa, le puede faltar un tornillo, porque ha dado muestras sobradas de ello, pero su comentario acerca de los paletos navarros y leoneses revela algo muy extendido: un jacobinismo unitario y centralista que rebosa intención de pasar la llana igualitaria a todo lo que en España suponga diferencia. La ignorancia de la historia me temo que sea en este caso por completo secundaria, porque eso mismo lo han pensado y dicho donfiguras del pensamiento hispano con respecto a vascos y catalanes, con sus boinas y butifarras. Sí, Madrid es el rompeolas de todas las Españas, como escribió Machado, pero voy viendo que mientras estas sean como quien tenga la vara madrileña de mando ordene y sus acólitos de pluma y porra apoyen y aplaudan. Pitorrearse de las estupideces de Díaz Ayuso, que hizo su carrera política llevando la cuenta de Twitter de un perro, es fácil; pero resistirse a esa pretensión jacobina es una tarea política que de burlesca tiene poco.

Y III. No contentos con retirar del memorial de la Almudena los nombres de las personas en sus tapias fusiladas, ahora han retirado los versos que Miguel Hernández que de homenaje servían: "Para la libertad me desprendo a balazos/ de los que han revolcado su estatua por el lodo". Y con esa censura, que no otra cosa es, regresan los muchos poemas de Hernández que estaban prohibidos durante la dictadura y editados en la Argentina, vendidos de matute, dando una imagen mutilada del poeta. Miguel Hernández molesta cuando habla desde sus compromiso político, como molestan otros poetas cuando hablan de aquello que sin duda agrede y quiebra la paz octaviana que pretende la derecha: Luis Cernuda, Machado, Otero, Celaya citados allí donde no resultan conflictivos y sí convencionalmente líricos.

Aquí se trata de recordar al modo en que la superioridad ordene después de conceder graciosamente el gesto, lo más aséptico posible y si es en blanco, mejor que mejor. Es la mejor forma de tener pugna para rato. Toda prohibición equivale a un acto de resistencia. Salvo que prohíban el acto, creo que el próximo 18 de abril se van a leer y cantar muchos versos de Miguel Hernández en el cementerio madrileño de la Almudena, y no solo allí.