l padrón de Andorra la Vieja acumula nuevos habitantes. Desconocidos para la gran mayoría de adultos, pero auténticos reyes entre adolescentes y jóvenes. Son los youtubers y streamers. Chicos que suben vídeos, o emiten en directo en Internet, respectivamente, y que creando sencillos contenidos audiovisuales, literalmente desde su habitación, acumulan audiencias increíbles. Algunos de estos nuevos famosos se están forrando, y no han podido resistirse a pagar menos impuestos yéndose a Andorra, donde argumentan que solo pagan un 10%, mientras que en España, un 50%. Más allá de los porcentajes, el tema no es nuevo. No solo muchos artistas y deportistas admirados se hicieron ciudadanos del Principado para pagar menos, sino que llevamos años alimentando el discurso de que pagarlo es de tontos. Tú y yo conocemos gente que lo cree abiertamente, o que lo practica silenciosamente. Es criticable cambiar de país para no pagar lo que te toca porque refuerza un peligroso relato que considera que la libertad no conlleva responsabilidad y que, por lo tanto, cada uno puede hacer lo que quiere, como por ejemplo decidir si paga o no impuestos. Con decisiones así, miles de chavales pueden pensar que la contribución fiscal no es un ejercicio solidario clave en nuestras sociedades, sino un acto de confiscación por parte del Estado. Esa duda, gracias a los youtubers, ya está en mi propia casa. Esto es lo que tenemos que combatir, pero sin caer en la hipocresía fiscal de los últimos días que, movida por la crítica fácil a todo lo que huele a juventud, ha lapidado mediáticamente a los youtubers. Describirlos como niñatos irresponsables que viven del cuento, cuando se mira para otro lado con los delitos fiscales de Cristiano, la ingeniería para evadir del dueño de Zara, o la huida entre otras, tributaria, del rey emérito, no ha sido proporcionado.