l Observatorio Vasco de la Inmigración ha demostrado en su último estudio que la inmigración tiene un impacto económico claramente positivo en Euskadi. Sin tomar en cuenta la actividad en negro que, no siempre por elección propia, muchas personas inmigrantes ejercen, lo que las mujeres y hombres de otros países aportan es casi el doble de lo que reciben. Las cuentas de la lechera de la inmigración confirman que no es verdad que se aprovechen del sistema. Al contrario, lo que reciben vía vivienda pública, ingresos tipo RGI, sanidad y educación no llega ni de lejos, a los 810 millones de euros que aportan al PIB vasco. Puede que ahora tengas ganas de escribirle a tu cuñado antiinmigración: “No ves, era mentira”. Incluso, le añadas eso de “lo que pasa es que en el fondo eres un racista”. Y ¡zas! bronca asegurada. Así, es imposible sacar algo positivo porque las personas no cambiamos milagrosamente de opinión al oír la verdad. Si las gafas mentales con las que miramos el mundo no nos lo confirman, tiraremos esa verdad y nos ajustaremos esas gafas, aún con más fuerza. Creernos dueños de la verdad absoluta y por ello, atizar a los que no les gusta la inmigración es un error. Esto no va de autóctonos contra inmigrantes, sino de cómo generar bienestar hoy, y en el futuro, para todos en nuestro país. Para este reto no sirve vencer a los contrarios a la inmigración, ni solo convencerles con estudios como este, sino de convencernos todos de lo delicado del tema con el que estamos jugando. Hacemos gala de ser un país que defiende la justicia, ser gente de palabra, apostar por el auzolan y no querer dejar a nadie atrás. Cuatro buenas verdades compartidas con las que diseñar las dos lentes y las dos varillas de nuestras nuevas gafas, made in Basque Country, con las que mirar la inmigración, más ahora que el sol de las elecciones puede llegar a cegarnos.