Él giró la llave y entró en casa. Se encontró a su mujer saliendo del baño. “¿A dónde vas, Paloma?”. “Nada Paco, a la casa de Rosa, la del quinto, que nos ha invitado a las tres a todas la vecinas a tomar un café”, respondió ella. “Pero si habéis tomado café juntas por la mañana”, continuó Paco. “Sí, pero es que en el grupo de WhatsApp de las vecinas nos ha dicho que vayamos, que tiene una sorpresa”, le explicó ella. “¿Grupo de WhatsApp de las vecinas? ¿Una sorpresa? A veces pienso Paloma que cuando os juntáis no tomáis café”. “Ay Paco, yo en tu caso no es que lo piense, es que lo sé. Ahí tienes la comida”, respondió Paloma mientras cerraba la puerta.

En el salón de Rosa no había sitio. Estaban todas. También la del primero que no daba señales de vida desde que murió su gato. Rosa se puso en el centro para hablar: “Vecinas, como presidenta de la comunidad tengo una sorpresa”. “El presidente es tu marido”, le cortó Carmen, la del cuarto. “Bueno, pues como primera dama, leches, coged de esa bolsa mi sorpresa. Hay uno para cada una”, les indicó Rosa. Paloma cogió uno y leyó: “Satisfyer pro 2. Estimulador de clítoris”. Rosa continuó: “¡Chicas, me han dicho que es lo más!”. Risas en el salón. Ya en tono serio les dijo finalmente: “Vecinas, espero que con este regalo no haya dudas y consigáis que mi marido salga reelegido como presidente”.

Esto nada tiene que ver con la historia real de la señora que la semana pasada robó en Alicante 40 unidades del tan famoso succionador de clítoris y dijo que eran para sus vecinas. De hecho, luego reconoció ante la Policía que creía que eran para las varices. Sin embargo, cuando leí la noticia, esta historia de ficción me vino a la cabeza. Déjate tú de poner ascensor. Eso sí que hubiese sido una presidenta de comunidad comprometida para tener a sus vecinas satisfechas.