ree la derecha haber encontrado un filón con el frecuente uso, en su opinión irregular, que hace Pedro Sánchez del Falcon del Gobierno central. Durante los últimos días ha sumado además a su embestida a Yolanda Díaz, ya que también ella lo empleó para visitar al papa Francisco. En realidad debe de haber también otro avión al que se recurre habitualmente, el Super Puma, pero los titulares se los lleva el primero. Entre las críticas destaca una: la utilización del trirreactor para acudir a actos de partido, incluso a planes privados, ideando para disimularlo visitas oficiales que casualmente coinciden en día y lugar con los otros.

La verdad es que no hay que ser especialmente suspicaz para que la mosca asome detrás de nuestra oreja. Sin ir más lejos, la semana pasada Sánchez acudió a Santiago de Compostela al congreso de los socialistas gallegos, pero hora y media antes organizó una visita institucional a una empresa maderera. Día de la Inmaculada Concepción, extraño día para conocer factorías. Llueve sobre mojado, porque lo mismo ha sucedido en otros lugares, donde actos de su partido fueron precedidos por visitas dominicales a instalaciones que estaban a la vuelta de la esquina. Podría ser picaresca o trampa, torpeza o irregularidad. En cualquier caso, tan antiestético como evitable.

Es el halcón, que da nombre al avión, un ave rápida y con gran visión. Explica la Real Academia que lo rápido no solo es lo veloz, también lo que se hace a la ligera; asimismo, que la visión no es solo la percepción de los ojos, ya que en sentido figurado también se refiere a la capacidad de prever más allá de lo inmediato. Quienes con el Falcon actúan tan a la ligera y con tan poca visión política no hacen más que ofrecer munición gratuita a la ya de por sí desatada oposición, que sube así sus decibelios, enfanga el panorama y consigue mediatizar la agenda política con cuestiones menores como esta, que ni siquiera deberían existir si a algunos les diera por ponerse a pensar un poco.