ndamos entretenidos repasando las tropelías de Villarejo, Fernández Díaz y compañía durante largos años. Aprovechando las novedades en la llamada Operación Kitchen, muchos medios nos están ofreciendo detalladas narraciones del resto de sus desmanes y actividades mafiosas, aunque habrá que recordar que no siempre fueron estas presentadas como tales cuando fueron propagadas. Así, días pasados hemos tenido la ocasión de leer informaciones en las que se reconoce -ahora sí- que las cloacas activaron en su día exitosas operaciones de intoxicación para hundir al president Artur Mas y al alcalde Xavier Trias. También nos están recapitulando actuaciones más recientes emprendidas contra Podemos de manera muy burda.

Habrá que aclarar, sin embargo, que las diferencias entre unas y otras embestidas no son menores: afortunadamente, los de Pablo Iglesias han contado en el panorama mediático español con quien los defendiera, frente a la inmensa soledad de los catalanes, lapidados sin escrúpulo. Los medios y opinadores que han dado pábulo a las maquinaciones contra los morados, por su parte, han sido mucho más limitados en número, amén de enormemente desacreditados.

Ciertamente, podemos otorgar el beneficio de la duda en algunos casos y aceptar que fueron engañados, aunque en esa circunstancia sería deseable que hicieran públicas sus reflexiones al respecto. Pero no cabe duda de que la mayoría prestaron sus redes, antenas y rotativas a la causa, en un abanico de colaboraciones que van desde la complicidad a la ferviente militancia.

Es por ello por lo que en la narración de las fechorías de la llamada policía patriótica evitan cualquier autocrítica de su propia actuación difusora. Y es por ello por lo que sospechamos que, si hace falta, volverá a suceder. Que ante el (improbable) avance de la España roja habrá división de opiniones, pero cuando se trate de la España rota, volverá la cooperación de (casi) todos ellos con esas cloacas que siempre están ahí.