Juraría uno que todas las fechas del calendario son en la actualidad días de algo, algunas además por partida doble. Convendremos sin embargo que ciertas conmemoraciones han calado entre nosotros más -mucho más- que otras. Por ejemplo, el Día del Libro de hoy en el que recordamos entre otras las figuras de Cervantes y Shakespeare, debido al aniversario del fallecimiento de ambos, aparquemos la veracidad de los datos.

Shakespeare. Cada vez que se le menciona al inglés, para uno es inevitable evocar a Bedita Larrakoetxea, quien se propuso la ingente labor de traducir al euskera la obra del también conocido como Bardo de Avon, uno de los grandes de la literatura universal. Compartía así con Lizardi el deseo expresado por este en unos bellos versos de réplica a Unamuno, en los que aspiraba a la expansión de la lengua más allá de lo rural: hizkuntza larrekoa, nahi haunat ere noranahikoa.

Nació Benito -Bedita- Larrakoetxea en Zeanuri en 1894. Tras ingresar en los Canónigos Regulares Lateranenses, su compromiso con el euskera y con Euskadi le obligó a marchar al exilio en 1937. Lo hizo además acompañando a Inglaterra a aquellos niños de la guerra cuya dramática salida es conocida. Continuó posteriormente con su labor pastoral y educativa en Uruguay y Argentina, hasta que regresó a Oñati en 1972, donde murió en 1990. No dejó de escribir y, sobre todo, de traducir a Shakespeare, hasta que su trabajo se recogió en seis tomos editados por Kardaberaz Bazkuna en los años 70.

Resulta descorazonador observar cómo vamos olvidando a una generación que en dificilísimas circunstancias lo dio todo por nuestra lengua. Afortunadamente, en el caso de Larrakoetxea contamos con una reciente y preciosa biografía escrita por su compañero de comunidad Pablo Anduaga; también con el reconocimiento del pueblo de Oñati, que bautizó al euskaltegi municipal con su nombre. Hoy que tanto se hablará de William Shakespeare con motivo del Día del Libro, recordemos también a este arratiano cuyo trabajo merece nuestra gratitud y homenaje.