Los que tenemos el inmenso privilegio de conocerlo sabemos de la grandeza de este hombre. Pocas personas han provocado en mí desde muy joven la admiración que ha despertado este bertsolari de Largarate, este fraile de Arantzazu, este pastor de Gomiztegi. Nos referimos a Nikolas Segurola, quien el pasado domingo recibió un merecido homenaje del sindicato ENBA, como bien saben los lectores de este diario.

Un hombre que ha sido capaz de estar ordeñando ovejas a la mañana, debatiendo con importantes representantes institucionales a la tarde y ejerciendo de gai-jartzaile en un festival de bertsolaris por la noche, no sin antes rezar en la capilla de Gomiztegi, sede de la escuela de pastores por la que tanto ha dado. Un hombre capaz de reflexionar primero, proponer después e implementar por último decisiones estratégicas que indudablemente han beneficiado a un sector que le debe tanto.

Dotado de una calidad humana fuera de lo común, las conversaciones mantenidas con él siempre son vivificantes, enseñanzas impagables. Ora te cuenta lo que le dijo un día al lehendakari, ora repasa emocionado su convivencia con aquel joven enfermo de sida al que acogió cuando la estigmatización de la enfermedad era insufrible, ora rememora la ayuda que tuvo que prestar a algunos jóvenes que huían de las garras de la Guardia Civil en los peores años del franquismo, como a aquel oñatiarra al que vistió de fraile para llevarlo hasta el Baztan en un camión lleno de fardos de paja. Y nunca faltan los bertsos, esos que siempre ha recordado incluso décadas después de recitarlos o escucharlos.

Xabier Euzkitze, el recordado Iñaki Beristain y Eduardo Urarte coordinaron hace cuatro años un precioso libro que retrata muy bien a nuestro protagonista. La historia de los pueblos la hacen también -o sobre todo- personas sin calles, cargos ni tratamientos. Sin tratamientos oficiales, queremos decir. Porque como Aita Lasa, otro ilustre franciscano de Matxinbenta, nombró a los pastores de Urbia en presencia del ministro Fraga Iribarne, Nikolas Segurola Etxaniz es excelentísimo. Vaya si lo es.