Enric Hernández ha sido durante los últimos años director de El Periódico de Catalunya y como tal ha combatido con vehemencia al independentismo catalán. Nada tiene de malo que un medio de comunicación o un periodista se posicione en cuestiones como esta y opine en consecuencia. Sucede, sin embargo, que la desmedida visceralidad con la que personajes como este están actuando explica muchas de las cuestiones que suceden en torno al llamado conflicto territorial.

Amén de otras manipulaciones históricas como la de aquella supuesta nota de la CIA en la que trató de responsabilizar con inmundicia a la Generalitat de los atentados de agosto de 2017, nuestro protagonista ha destacado con desmedidas bravuconadas y llamativas portadas, en las que su tesis principal era que la pretensión de Puigdemont de acceder al Parlamento Europeo se trataba de un gran timo, de una inmensa estafa, de un engaño a la gente, ya que este nunca podría ser eurodiputado ni tener inmunidad. Nunca. Aquel director de periódico y habitual en múltiples tertulias no podía desconocer que tanto en el ámbito académico como en el judicial existían serias dudas sobre la cuestión, pero optó por ignorar todo ello y encabezar un feroz hooliganismo, derivado al final en colosal ridículo, como bien se sabe.

La cuestión no tendría mayor trascendencia que su propio descrédito, si el ínclito personaje no hubiera sido nombrado director de Información y Actualidad de RTVE tras su cese en el diario que dirigía. Magnífico perfil para el puesto, el de este contrastado timador que acusaba de timos a otros. Porque insistimos: el problema no reside en las legítimas opiniones contrarias al procesismo catalán y el respetable deseo de combatirlo. Faltaría más. La cuestión es que quien ha sido protagonista de actuaciones vergonzosas como las citadas ni siquiera debió ser propuesto para el cargo. Menos aún si son sinceros los anuncios de ensayar cierta distensión en Cataluña.