Estoy en esa fase de la vida seguro que muchos la conocen en la que paso más tiempo leyendo los componentes de los alimentos que en los bares a partir de las seis de la tarde, lo que sin lugar a dudas sé perfectamente que es la antesala de la muerte. Igual es una antesala de 40 años, vale, pero una antesala a fin de cuentas. Tampoco me quejo, he circulado lo mío y mínimo lo de otro más, así que ahora toca mirar etiquetas. Es un mundo inacabable este, el de las etiquetas. Y el de los alimentos y sus propiedades en general. Antes antes no sé de qué, pero antes podía comer yeso y no me sentaba mal, ahora en cambio me alimento como un japonés de 110 años y no se sabe bien por qué de vez en cuando lo mismo algo me sienta como si tuviese una discoteca búlgara en las tripas. Dicen que es el paso del tiempo, ley de vida y todos esos tópicos. Porque el cabrón del tiempo podría también pasar para bien, ¿no? No solo para mal, que es lo que suele hacer el mierda de él. "Hay que aceptar las cosas como vienen" y tal. Ya saben, esa gente Esos que tienen buenas digestiones y que aún no han mirado una etiqueta en su vida y que no distinguen un carbohidrato de una proteína ni aunque se las presentes. Por no hablar de los superalimentos. Eso ya es el top de la chaladura. Cada mes sale uno nuevo, que tiene tal cantidad de beneficios que lo que no sé es cómo no lleva la humanidad alimentándose solo a base de eso desde 1433. Generalmente si han probado alguno se han dado cuenta, saben a pared. Quiero decir que son como chupar una pared: la sensación va desde no sentir nada a sentir asco mezclado con dentera. Esto es, dicen, porque tenemos el paladar tan acostumbrado al exceso de azúcar y de sal que no saboreamos ya nada que no lleve eso en grandes cantidades. No sé, solo espero que en el más allá más que paz y amor haya intestinos nuevos para todos. Y un Doner Kebab.