La semana que viene Ursula von der Leyen será nominada formalmente la candidata del Partido Popular europeo en los comicios de junio a la Eurocámara. El Congreso que se celebrará en Bucarest esta próxima semana le llevará en volandas como única apuesta de la derecha moderada y europeísta de la UE. Las encuestas son, a fecha de hoy, rotundamente favorables a los populares para ser el partido más votado en las elecciones europeas y, por tanto, las opciones de la política alemana para convertirse por segundo mandato en presidenta de la Comisión Europea son muy claras. En esto tiempos de enorme incertidumbre, de crisis de modelo geopolítico mundial y de transiciones ecológicas y digitales, todo hace indicar que los europeos mayoritariamente votarán por la continuidad. No querer lío, es una forma de refrendar la gestión de Von der Leyen o simplemente, ratificar el dicho del más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.

Cinco años increíbles

La realidad es que la primera Comisión Von der Leyen ha tenido que hacer frente a crisis de calado histórico. Primero tocó asumir la salida de un socio premier del club: el brexit del Reino Unido, la primera experiencia menguante de la UE. Un divorcio difícil que la Comisión Europea ha llevado con orden y fortaleza, un proceso del que nadie puede considerarse ganador, pero que claramente Bruselas ha perdido menos que Londres. Después vino la pandemia y ahí Von der Leyen sacó a relucir sus mejores capacidades. Después de un arranque nulo y unos primeros pasos titubeantes, desplegó gestión e hizo política sin competencias para movilizar grandes recursos de investigación que produjeron la primera vacuna contra el covid-19 en el mundo, organizar una compra de dosis que posibilitó la vacunación de los europeos en tiempo récord. Y, finalmente, se ha enfrentado una guerra en el continente a raíz de la invasión de Rusia en Ucrania, con el consiguiente incremento de inflación para los bolsillos de las clases medias europeas.

Un mandato impredecible

Si tremendo ha sido su primer mandato, no parece que corran tiempos que nos hagan pensar que el siguiente lustro que con casi total seguridad que Von der Leyen volverá a ser la todopoderosa presidenta de la Comisión Europea, vayan a ser más tranquilos y sosegados. En materia internacional, dos conflictos complican sobremanera las intenciones de relaciones multilaterales de la UE: la citada en Ucrania y el conflicto de Gaza que también se está enquistando. Tomará posesión cuando las urnas en Estados Unidos, en noviembre tendrán que elegir presidente, en unas elecciones que podrían devolver a Trump a la Casa Blanca y, por tanto, volver a los peores momentos de relación entre Bruselas y Washington. Con seguridad tratará de continuar con las transiciones ecológica y digital, pero se agudizarán las tensiones sociales a medida que avances los cambios. Y se ha impuesto dos nuevas prioridades: la salud y la defensa, de enorme calado y dificultad.

Equilibrios políticos

Además, esta mujer madre de familia numerosa, médica de formación, de gesto menudo y voluntad férrea, tendrá que jugar con equilibrios políticos complejos si las encuestas actuales de las elecciones europeas aciertan. Su grupo será el ganador, pero tanto socialistas, como liberales, verán reducidos sus grupos. La izquierda en conjunto podría desplomarse a la vez que las extremas derechas de Reformistas y Conservadores, y los ultras de Identidad Democráticas, obtendrán resultados históricos. Aunque en sus primeras declaraciones Von der Leyen ha querido dejar claro que no pactará con los enemigos de los principios y valores europeístas, lo que hace pensar que tratará de reeditar el pacto populares-socialistas-liberales de esta legislatura, es evidente, que el peso de los extremistas complicará su gestión. En este sentido, será clave la decisión que tome Giorgia Meloni, la primera ministra italiana, del grupo parlamentario en el que se integrarán sus eurodiputados de Fratelli Italia. Muchas dudas e incertidumbres y probablemente solo la certeza de que la nave europea seguirá teniendo al timón a Ursula von der Leyen.