Las guerras generalmente se pierden en el frente pero empiezan a perderse en la retaguardia. Abrumados por la inmediatez y el impacto brutal de las atrocidades en Gaza dirigidas por un sátrapa como Netanyahu, cuya actitud y cadena de errores internos terminarán –es de esperar– devorándole, hemos perdido el foco de la guerra de Ucrania. Van ya para 22 meses de invasión militar y crímenes contra la población civil. El curso del conflicto pinta mal para los ucranianos. Con el mundo mirando hacia Oriente Próximo, el Ejército ruso está avanzando de manera significativa en las zonas de Donetsk y Járkov, mientras que Ucrania continúa padeciendo su debilidad militar y escasez de medios, y Joe Biden ya ha advertido de que los fondos de EEUU para esta guerra se agotan, mientras envía más dinero a Israel para la suya. La promesa estadounidense de que estará con Ucrania todo el tiempo que haga falta se resquebraja porque la urgencia se ha trasladado de sitio. Pero no solo la de EEUU. El invierno pinta muy crudo para la población ucraniana. En este escenario, han surgido públicamente las primeras críticas contra el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, que al inicio de la contienda era presentado prácticamente como un héroe nacional e internacional. Lo era en realidad ante la abusona superioridad de Putin. Pero todo tiene su tiempo –incluida la defensa de la patria que todo lo prioriza y todo lo esconde–, y el de la guerra corre mucho más deprisa y es –perdón por la expresión– más letal. En los últimos días, el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, y otros políticos ucranianos –también hay voces dentro del ejército– han expresado duras críticas contra Zelenski. Es fácil, ahora que las cosas están difíciles y ganar la guerra se presenta como una quimera. Es una censura integral, tanto a la falta de preparación para la invasión rusa como al autoritarismo del presidente. Es lógico que las fuerzas flaqueen. Tanto como que haya quienes aprovechen para postularse. Quizá –si es verdad que en Rusia sucede algo similar con Putin– sea un momento de esperanza –cruel esperanza– para una negociación hacia la paz.