Para Pacho, comandante de las FARC,la selva era pura rutina, incomodidad y por momentos, una pesadilla.Desde los 13 años que se unió a la guerrilla,la selva era su hogar. Un hogar en la mitadde la guerra. Su adolescencia y juventudhabían transcurrido en aquella gran zonaboscosa y húmeda. Grandes recuerdos yuna vinculación, nunca mejor dicho, casi aprueba de bombas, con los hombres y mujeres camaradas al lado de quienes vivía yluchaba. Ellos conocían la selva pero el ejército tenía muchos medios y, además, contaban con un nuevo coronel que mostrabauna especial habilidad para hacerles daño.En aquel mismo momento, fuera de la selva,el coronel Leonard, miraba fijamente la fotodel comandante Pacho en busca de pistascon las que poder atraparlo o matarlo. Asípues, un nuevo día amanecía para Pacho yLeonard. Un día más para darse plomo. Nose conocían físicamente pero ambos seveían como contrincantes de una partida deajedrez en plena selva.
Han pasado años y hace unos días, comandante y coronel se despertaban en el vueloque les traía de Colombia a Euskadi. El díavolvía a amanecer pero esta vez ninguno delos dos sentía la necesidad de tener que acabar con el otro. Suena a milagro si no fueraporque algunos pudimos verlo con nuestrospropios ojos en la conferencia que dieron enDonostia en la presentación del libro Hacia lareconciliación: miradas compartidas entre elPaís Vasco y Colombia fruto de una investigación que la Universidad de Deusto y la Javeriana en Cali han realizado sobre los conflictos vasco y colombiano. En estos tiempos enlos que sobran los pirómanos en la gestión delos conflictos políticos, emociona y renuevala esperanza en el ser humano ver cómo hoy,tras años dándose plomo, Pacho y Leonard,pueden darse la mano y trabajar juntos afavor de la no violencia. Si ellos han podido,¿tú, yo, nosotros, aquellos, por qué no?