Nos gusta, de forma consciente o no,normalizar situaciones o comportamientos. Buscamos con ello quenuestro punto de vista se extienda y losdemás también lo vivan como aceptable,asumible, lo normal. Sin embargo, si ya nosirve para confirmar nuestra visión del tema,entonces nos ponemos tremendos. Antesituaciones asimilables, expedimos con facilidad certificados de normalidad sobre loque los nuestros hacen. Pero, lo que hacenotros, eso ya no es tan normal. En todo casoesto de normalizar tiene su cruz y su cara. Lacruz se encuentra cuando queremos volveraceptables acciones que si la persona encuestión no fuera de los míos, calificaríamoscomo contrarias a los derechos más básicos.Así, es normal que Bienzobas exponga suscuadros en la casa de cultura de su pueblo yno se puede ir contra su libertad de expresión. No parece que él tuviera remilgos envulnerar la libertad de otros, de hecho losasesinó pero, eso no cuenta, lo suyo solo fuecompromiso político, vamos lo normal. Siviolar derechos fundamentales es tan normal casi mejor decirlo en la exposición y asíno generar más sufrimiento en las víctimasque generó. O, para otros es normal que elCirque du Soleil haya estrenado un espectáculo inspirado en Leo Messi. Cómo no, si eltío es un artista del balón. Ya, pero resultaque también tiene una sentencia ratificadapor el Supremo por tres delitos fiscales.Cuando el circo en cuestión y los grandesmedios aplauden este espectáculo aplaudentambién a alguien que nos robó a todos. Convierten en aceptable una conducta que debería recibir un amplio rechazo social y de laque no ha mostrado arrepentimiento alguno.Menos mal que esto de normalizar tambiéntiene su cara. Este domingo miles de niños(chicos) abarrotaron Anoeta para ver un derbi de fútbol femenino. Sentados en la gradale pregunté a mi hijo: Mucha gente ¿no? Merespondió: ¡Aita, lo normal!
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