La mañana del sábado es menos relajada de lo que parece. Al deporteescolar se le suman las nunca apetecibles pero imprescindibles tareas del hogar.Y metidos de lleno ya en el curso escolar, losdeberes del colegio también requieren sutiempo. Muchos son contrarios a ellos.Como otras cosas en la vida, en su justamedida colocaría el debate pero no en sudesaparición por los interesantes momentosde conexión con mis hijos que me ofrecen.Así pues, si no son matemáticas (cada cualtiene sus traumas) suelo ofrecerme voluntario para echarles una mano. Esta vez tocóbuscar información sobre la evolución delas especies. Aprendí que no solo hay teoríassobre la evolución defendidas por los “evolucionistas”, sino que algunos pocos, inclusodefienden que las especies no han cambiadoy se llaman “fijistas”. Terminada la tareapensé, y ¿en política?, ¿somos fijistas o evolucionistas?, ¿hay o no cambios? Dos noticias de la semana pasada me hicieron pensar que poco habíamos evolucionado: lasentencia sobre la no consideración comomérito para trabajar en la administracióndel euskera en Navarra o la apología delfranquismo que ciertos políticos habíanhecho a cuenta de la exhumación de Franco(a estos la Fiscalía no les dice nada, ¿verdad?) Pero también aprendí que una de lasclaves de la evolución de las especies ha sidola capacidad para que las adaptaciones decada generación, fueran acumulándose yheredándose a las siguientes. Visto así, pensé que sí habíamos evolucionado. Mi aitonaRamón creería que le estarían tomando elpelo si le dijeran que van a exhumar a Franco o que el euskera es una lengua viva en laRibera. Así que mirando a mi hija pensé quela responsabilidad de mejorar la especie,también en lo político, por mucha pereza yhasta hartazgo que me diera, ahora, recaíasobre mí. Vamos que mi hija no sé, pero yo,en este país, tengo deberes para rato.