La ciencia, factor estratégico del desarrollo económico
El festival Passion for Knowledge que se ha celebrado esta semana en Donostia ha vuelto a demostrar que la ciencia y el conocimiento son elementos consustanciales de la sociedad, a juzgar por la importante afluencia de ciudadanos que han llenado el teatro Victoria Eugenia en los seis días que ha durado y, por ese motivo, instrumentos estructurales y estratégicos para el desarrollo y progreso de los pueblos y el bienestar de las personas.
Reunir en un evento a siete premios Nobel y a investigadores que forman parte de lo más granado del ámbito científico mundial en la actualidad es todo un lujo que en muy pocas ocasiones se produce y que ha convertido a Donostia en un ágora de la ciencia que desde un planteamiento divulgativo del conocimiento pretende concienciar a los ciudadanos de que un mayor conocimiento científico supone una sociedad más culta y, por lo tanto, más libre para tomar las decisiones adecuadas ante los retos que plantea el mundo en estos momentos.
Esta es la misión del festival Passion for Knowledge impulsado y promovido por ese gran científico vasco que es Pedro Miguel Etxenike que, desde el Donostia International Physics Center (DIPC), lleva muchos años firmemente empeñado en que la capital donostiarra sea un foco referencial de la ciencia y el conocimiento en el mundo no solo atrayendo al numeroso plantel de premios Nobel que nos han visitado estos días, sino por convertir a esa institución en un centro de excelencia de investigación con un gran reconocimiento internacional. Una labor que nunca será lo suficientemente reconocida a tenor de los resultados que el DIPC ha aportado en sus 20 años de existencia y que es un magnífico ejemplo de lo que puede ser la colaboración público-privada.
Precisamente, la alianza público-privada y una visión estratégica puesta en marcha desde hace los años 80 del pasado siglo es lo que ha hecho que un país pequeño como Euskadi sea un lugar donde la ciencia es consustancial con su desarrollo y progreso. Una realidad que fue destacada por la rectora de la UPV/EHU, Nekane Balluerka, en su conferencia sobre “El País Vasco y la Ciencia: el gran desarrollo de un pueblo pequeño”.
Frente a lo que podríamos pensar, el descubrimiento del wolframio por los hermanos Elhuyar en el Real Seminario de Bergara, fue un importante hito dentro de una larga trayectoria científica e investigadora en Euskadi que comenzó en el siglo XVI con la Universidad de Oñati y continúa hasta nuestros días y que ha dado nombres tan ilustres como José Miguel Barandiaran, Nikolas Atxukarro, Koldo Mitxelena, Julio Caro Baroja o Xavier Zubiri, etc.
En su disertación, Nekane Balluerka, puso de relieve los retos que la sociedad vasca, en línea con la estrategia europea, tiene para afrontar de la mejor manera la revolución científico-tecnológica a la que estamos asistiendo y que parten de un crecimiento de la economía basada en el conocimiento y la innovación, desde unos planteamientos sostenibles y ecológicos y con carácter integrador, es decir, con un empleo socialmente amplio y cohesionado territorialmente.
En este sentido, uno de los objetivos para conseguir estos retos marcados por la Unión Europea (UE) es aumentar el nivel de inversión en I+D hasta alcanzar el 3% del PIB. A día de hoy, la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) con un 1,8% todavía está muy lejos de alcanzar ese objetivo y se sitúa en posiciones no muy favorables por debajo de la media europea que presenta un 2.07%. El gasto en el Estado español en I+D todavía es más bajo con un 1,19%.
Este compromiso social con la ciencia y el conocimiento no solo nos permitiría gestionar los avances tecnológicos y garantizar un mejor desarrollo del bienestar social, sino crearía un mayor empleo de calidad, más inclusivo y sostenible. Y en este sentido, la capacidad de retención de los jóvenes que salen de nuestros centros universitarios se convierte en algo estratégico para el desarrollo económico futuro, no ya por lo que supone que el talento formado en este país se quede entre nosotros, sino porque servirá de señuelo para que otros investigadores extranjeros elijan Euskadi para ejercer su actividad.
Si algo ha quedado claro del festival Passion for Knowledge es que, frente a la idea algunas veces impulsada desde el sector público, de que la investigación solo debe tener retornos en el corto plazo en sus potenciales aplicaciones tecnológicas, se constata que los grandes avances científicos, -y con ello los grandes beneficios económicos y sociales-, se han producido cuando a los científicos se les permite trabajar el libertad, sin corsés financieros o burocráticos y en constante búsqueda de lo desconocido.
Si ese cortoplacismo que algunos pretenden hubiera prevalecido, difícilmente, el premio Nobel de Física de 2017, Barry Barish, y su equipo hubieran descubierto las ondas gravitacionales del espacio en una investigación que duró 21 años y una inversión de 365 millones de euros, o que, por ejemplo, el premio Nobel de Química 2016, Jean-Pierre Sauvage, tardará trece años en crear las máquinas moleculares que en un futuro cercano pueden ser una solución para atacar las células cancerosas. Dos ejemplos que corroboran la evidencia.