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David contra Goliat

David contra Goliat

la reciente elección de CAF por parte del operador ferroviario francés SNCF para el suministro de 28 trenes de media y larga distancia por un importe de 700 millones de euros tiene una gran valor político, económico y social, no solo por lo que supone en términos cuantitativos, sino por lo que tiene de conseguir una adjudicación de este valor frente a uno de sus principales competidores, como es el fabricante galo Alstom, en su propia casa y en uno de los países más proteccionistas del mundo con sus empresas y productos como es Francia.

Con este megacontrato, que puede ser ampliable en el futuro a un máximo de 75 trenes adicionales y más de 1.800 millones de euros, CAF no solo ha roto el tradicional chauvinismo galo y ha servido para cuestionar la supuesta grandeur de la France en el terreno industrial, sino que ha puesto en evidencia al nacionalismo proteccionista económico impulsado por el presidente de EEUU, Donald Trump, con las guerras comerciales que mantiene con China y Europa, frente a la realidad de un mundo cada vez más globalizado e interrelacionado.

Que la compañía pública que gestiona la red ferroviaria de Francia afirme de manera taxativa que “la oferta de CAF se ha revelado como la mejor, de acuerdo con los criterios de prestaciones técnicas, innovación y coste”, al anunciar la elección del fabricante guipuzcoano para la adjudicación del megacontrato -que tiene que ser ratificado por su consejo de administración el 24 de octubre-, supone todo un jarro de agua fría en términos de posición tecnológica y fortaleza comercial a su eterno competidor, Alstom, en una partida que jugaba en campo contrario y con un adversario tradicionalmente protegido por el Gobierno galo.

Y todo ello en medio de las grandes presiones que los directivos de Alstom y de los sindicatos franceses han realizado contra la adjudicación del megacontrato a CAF por lo que puede suponer de un mensaje de desconfianza al sector ferroviario galo y el peligro de la pérdida de 800 empleos en su factoría de Reichschoffen, en Alsacia, ya que el pedido podría representar varios años de actividad para el fabricante galo.

Sea como fuere, lo cierto es después de casi tres años, CAF se ha quitado la espina de aquel megacontrato de la SNCF de 2016 para la construcción de 371 trenes de cercanías por valor de 3.000 millones de euros que le fue arrebatado al fabricante guipuzcoano -a pesar de que había presentado la mejor oferta-, por decisión del Gobierno galo, ante la amenaza de cierre de varias plantas de Alstom por la falta de pedidos.

La SNCF contrató a la consultora Oliver Wyman para que realizara un informe que demostrara la supuesta incapacidad industrial que CAF tenía para abordar el megacontrato desde su planta en la localidad francesa de Bagneres-de-Bigorre, en donde el fabricante guipuzcoano estaba dispuesto a aumentar la plantilla en 500 trabajadores y contaba con el apoyo de las fábricas de Beasain e Irun.

Sin embargo, ese mismo argumento que sirvió para adjudicar “a dedo” a Alstom un contrato que le correspondía a CAF, ha sido valorado ahora muy positivamente por la SNCF en esta adjudicación al poner de relieve el proyecto del fabricante guipuzcoano de realizar una inversión de 30 millones de euros en la planta francesa con la construcción de unas nuevas instalaciones fabriles y triplicar la plantilla, pasando de los 100 a los 350 empleados.

No es la primera vez que CAF ha sido víctima de prácticas de nacionalismo económico por parte de los gobiernos, como fue el caso en el año 2010 del contrato de 500 vagones para el metro de Montreal por un valor de 925 millones de euros que el Gobierno de Quebec, con el apoyo legal del Parlamento de esta región de Canadá, adjudicó de manera directa y sin previa licitación pública a un consorcio formado por el fabricante canadiense Bombandier y el galo Alstom, dejando fuera a la compañía vasca.

La posición de CAF de cumplir con la obligación de que el 60% del contrato tuviera que realizarse en Canadá e incluso abrir una planta en Quebec con 300 empleos no sirvió para nada frente al miedo expresado por el Gobierno canadiense por el cierre del negocio ferroviario de Bombardier, que estaba al borde de la quiebra por dificultades en su actividad. El escándalo, por contravenir todos los acuerdos que rigen el comercio internacional, fue tal que el entonces presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, remitió una carta a su homólogo de Quebec expresando su malestar por el procedimiento adoptado y el trato recibido por CAF.

De la misma forma, hay que destacar que el megacontrato que CAF ha ganado en Francia ha puesto también de relieve que el tamaño de las empresas no importa si detrás de su actividad hay una gran aportación tecnológica y fortaleza económica que hacen que se pueda competir de igual a igual con los grandes gigantes ferroviarios europeos como Alstom o Siemens, cuyas magnitudes y dimensiones son mayores que la compañía vasca. En esta ocasión, se ha demostrado nuevamente que David puede ganar a Goliat.