El emprendimiento, un valor estratégico
Que Hasier Larrea, fundador y CEO de Ori Living, junto con Iván Fernández de Casadevante, otro guipuzcoano que también forma parte del equipo fundador de esta startup -nacida en el seno del Massachusetts Institute of Technology (MIT)-, hayan sido capaces de convencer a Sidewalks Labs, filial de Alphabet, la matriz de Google, que se dedica a reinventar las ciudades combinando el diseño con la tecnología, y a Ingka Group, filial de Ikea, y a un inversor privado como la familia Pritzker, que centra su operaciones en empresas vinculadas al consumidor, para apoyar su proyecto empresarial pone de relieve el gran valor innovador y cambio radical en el concepto del mueble que hay en las propuestas de los donostiarras.
Hace dos años Larrea consiguió también que el fondo Khosla Ventures, creado por el fundador de Sun Microsystems, destinara seis millones de dólares a su startup, lo que le ha permitido demostrar que existe un gran mercado para sus muebles robotizados, hasta el punto de que el pasado mes de junio Ikea y Ori Living firmaron una alianza por la que la primera fabricará y distribuirá bajo licencia de la segunda una línea de muebles robotizados.
Ori Living no es solo una empresa que se dedica al diseño de muebles robotizados que se adaptan a viviendas pequeñas de forma automática en función de las necesidades, permitiendo optimizar al máximo el espacio, sino que representa una auténtica revolución a la hora de plantear un nuevo concepto del espacio urbano.
Es una nueva filosofía que parte del hecho de que para que los ciudadanos puedan vivir bien no hace falta tener el espacio que creemos necesitar, sino todo lo contrario, se puede vivir dentro de viviendas con menores dimensiones, en donde gracias a la tecnología, la robótica y la arquitectura, se gana en funcionalidad, flexibilidad y dinamismo, lo que hará que los pisos del futuro sean más asequibles y sostenibles.
Aunque debemos mostrar nuestra satisfacción y orgullo porque dos donostiarras hayan fundado una empresa que va a revolucionar los espacios urbanos habitables en el mundo, paralelamente resulta un poco desalentador ver que ese gran talento innovador y emprendedor de estos dos ingenieros, formados académicamente en Donostia, se tenga que desarrollar en Estados Unidos por el gran déficit de medios y recursos financieros que tenemos en este país, no ya para retener y atraer talento, sino para que proyectos altamente innovadores de base tecnológica y con gran potencialidad de futuro puedan desarrollarse y perpetuarse en el tiempo.
Esta carencia estructural nos está pasando factura, sobre todo cuando el conocimiento es el arma de la competitividad por excelencia en un mundo globalizado, debido a la inexistencia de una decidida voluntad por parte del capital privado de invertir en startups innovadoras y con gran proyección de futuro a nada que desde sus inicios cuenten con el apoyo financiero necesario.
Y no será porque no hay dinero en el mercado, como lo estamos viendo en los últimos meses con la compra total o parcial de, al menos, seis empresas guipuzcoanas por parte de fondos de capital riesgo en los últimos cuatro meses. En el primer semestre del año, los fondos de capital riesgo realizaron inversiones, bien de adquisición o toma de participación en el capital, por valor de 4.000 millones de euros en 328 empresas del Estado. Las previsiones es que al final del año la inversión alcance los 10.000 millones, el tercer récord histórico desde 2017.
El problema es que ese capital está buscando rentabilidades superiores a los que ofrecen los productos de inversión tradicionales en un plazo relativamente corto y con un riesgo controlado. Y este terreno, las startups no parecen que ofrecen muchos alicientes a esos inversores por el riesgo y la incertidumbre que presentan.
De la misma forma, hay que reconocer también que las dimensiones del mundo en el que se mueven las startups en Estados Unidos y en Euskadi son radicalmente muy diferentes. Realizar una inversión de 20 millones de dólares en una nueva empresa de Boston puede ser de lo más normal, mientras que aquí la puesta en marcha de un fondo de capital riesgo público-privado dotado con 100 millones de euros, una cantidad que parece escasa para lo que se desea pretender, y otro estrictamente público con 75 millones, estuvieron anunciándose durante meses como algo extraordinario. Salvando las distancias, menos mal que en Gipuzkoa tenemos a instituciones como BIC, que se ha configurado como un instrumento extraordinario para que la actividad emprendedora no decaiga y siga creciendo año tras año. En sus 25 años de actividad, BIC Gipuzkoa ha apoyado 800 proyectos, ha hecho posible la creación de 400 nuevas empresas y otras 130 diversificadas. El 80% de las iniciativas emprendedoras que salieron al mercado siguen activas en la actualidad, muchas de ellas, como referentes en sectores y actividades innovadoras. El emprendimiento y la innovación deben ser un objetivo estratégico prioritario de país.