El madridista Michel marcó en 1990tres goles a Corea del Sur y gritóaquella frase por la que siempre sele recordará: “¡Me lo merezco!”. Hay mucho“Michel” en nuestra sociedad. Personas quesienten que el éxito, o fracaso social, depende solo de uno. Las pioneras del TrabajoSocial lucharon hace siglos contra la lógicadel si eres pobre, algo habrás hecho y hoy,los apoyos sociales se basan en los derechosde las personas a recibirlos, y no solo en sise los merecen o no. Pero las brasas de esaforma de pensar nunca se apagaron deltodo. Peor aún, se están avivando.
Hace unos días, la fundación Foessa presentó la última edición de su siempre interesanteinforme sobre la exclusión social en España.Entre otros datos, el informe cuenta cómo seestá imponiendo un relato sobre la desigualdad que nos sirve de “anestesia social”, por elcual “cada uno tiene lo que se merece”. Así, sitienes un curro precario, por ejemplo, lo siento, te lo mereces. Tú eres el único responsable. Es el relato en el que cabe también aquella otra clásica frase de “el que quiere,encuentra trabajo”. Elemental, queridoWatson que diría Sherlock Holmes pero, elsanto problema es que lo que ahora a vecesencuentras, se parece poco a un trabajo digno. La prueba de ello es que son empleos que nadie los quisiera para uno mismo, o para lossuyos, pero que se se ofrecen bajo la premisade “mejor eso que nada”. Set y partido para elliberalismo sin escrúpulos. No sé cómo resolver la precarización laboral pero ayudaría si,como empleadores y como clientes, almenos, no lo expandiéramos aún más.
Cada persona puede hacer mucho parajugar bien sus cartas en la vida, pero de ahí apensar que el juego solo depende de uno,hay un gran salto. Uno que puede reducirsecon las políticas sociales o el que puedeherirnos de muerte como sociedad, no ya algrito de Michel, sino de uno más básico: ¡sálvese quien pueda!