Recuerda uno el caso de un aguerrido militante que comunicó a suscompañeros de trabajo que tramitaría la excedencia porque iba a ser parlamentario. Todos le miraron con cara extraña, ya que lo veían en la lista electoral enposiciones muy atrasadas. Llegó la aclaración: una mujer de su partido ocupaba unpuesto más adelantado con el objetivo decumplir la ley electoral respecto a la paridad; pero, celebradas las elecciones, ella ledaría paso.
Lo cierto es que, llegado el momento, no sepudo consumar el engaño, difícil calificarlode otra manera. La razón fundamental fueque el partido coaligado se negó a participaren la maniobra, entre otras cosas porqueeso suponía que varios de los suyos debíanrenunciar y dejar correr lista. Nuestro protagonista, eso sí, fue compensado con otropuesto, motivo por el cual la excedencia síllegó a materializarse.
Hemos observado durante estos días que lanúmero tres de una candidatura donostiarra renunciaba a tomar posesión de su cargo, lo mismo que la otra mujer que laseguía. Se cumplía así el vaticinio que circulaba por la ciudad en el sentido de que si esepartido conseguía tres concejales entraría“el chico que va quinto”. Nada nuevo bajo elsol y nada diferente de lo que estará sucediendo durante estos días en infinidad demunicipios, donde la presencia de mujeresen los puestos de salida de las listas electorales se descubre frecuentemente engañosa,bien para cumplir la ley, bien para trasladara la ciudadanía una falsa apuesta por laigualdad.
No cabe duda de que las modificacioneslegales introducidas en su día en la ley electoral han supuesto un importante impulsopara la consecución de tal inaplazable objetivo, pero no es menos cierto que la foto fijade las candidaturas no siempre se corresponde con la foto de las personas que alfinal terminan por estar en las instituciones.Es por ello por lo que sería deseable introducir en la ley nuevos preceptos que garantizaran una igualdad efectiva. Aunque mientras ello suceda tampoco estaría mal quetrataran de no hacernos trampas.