Las cosas, por su nombre elconfidencial.com
Vivo de Internet, de observarlo, de explicarlo y de utilizarlo para intentar colocar mensajes con tanta honestidad como puedo (y me dejan). No niego su importancia en que hayamos avanzado tanto en tan pocos años. Pero tampoco dejo que nadie me niegue que el Internet comercial es una de las peores cosas que nos ha pasado como sociedad: nos ha desnaturalizado y nos ha hecho admitir cosas inaceptables. Lo último es lo que denuncia Marta Peirano: el 5G es una buena herramienta? Para espiarnos. Pero siempre es más bonito hablar de operaciones a distancia o hacernos llegar a Marte.
Por ejemplo trecebits.com
En plata: nuestros móviles pueden captar cualquier cosa que hagamos y digamos, enviárselo a quien no sabemos, almacenarlo y que luego con ello hagan lo que quieran los que tengan los intereses más oscuros. También en plata: ¿y qué? La mayoría de nosotros tenemos vidas anodinas y cuentas corrientes esmirriadas. Pero tecnológicamente es posible, no lo duden. Fíjense en lo que ha admitido Facebook al Senado de EEUU: que, efectivamente, usó una app que analizaba hábitos de consumo para espiar a sus usuarios. Aseguran que toda la información sensible se destruyó. ¿Admitirán lo contrario?
Una generación que hablará con los cacharros twitter.com/aberron
Si todo esto se puede hacer con los móviles, ¿qué no se podrá hacer con los altavoces esos que quieren que pongamos en casa para controlar, a golpe de voz, todos los electrodomésticos, la domótica, pidamos algo a un esclavo de Glovo y nos volvamos vagos cerebrales (“obesos mentales”, como nos definía Antonio Rodríguez), incapaces de retener un dato porque podemos preguntárselo a Siri, Alexa o Sherpa una y otra vez? Antonio Martínez Ron, al que siempre hay que leer, reflexionaba en Twitter sobre “que somos la primera generación de humanos que hablan a las cosas y las cosas les contestan”.