Es de manual. La actuación que está teniendo el fondo de capital riesgo británico Zegona en Euskaltel, tras convertirse en el principal accionista de la operadora de telecomunicaciones vasca al controlar el 21% de sus títulos, forma parte de la actuación típica de los inversores financieros que entran en las empresas con el objetivo de maximizar la inversión por encima del proyecto industrial y de mantenimiento de la compañía.

Por eso, el masivo y fulminante despido de 20 directivos de Euskaltel, a pesar de que no puede sorprender, teniendo en cuenta el comportamiento de estos fondos que acostumbran a reducir costes cuanto antes -aún cuando como en este caso, la rentabilidad está por encima de la media de su sector en Europa-, sin embargo no deja de provocar preocupación y desasosiego, teniendo en cuenta que en cascada la medida también afectará, con toda probabilidad, a la plantilla de los 697 trabajadores que trabajan en el grupo, de los que 336 son vascos, 189 provienen de la gallega R y 172 de la asturiana Telecable.

Con estos despidos Zegona ya ha comenzado la segunda fase de la filosofía que preside sus actuaciones: Comprar, arreglar y vender. Tras concluir la primera, ahora el fondo británico se va a dedicar a “arreglar” la operadora vasca para convertirla en una empresa atractiva para que un futuro pueda ser adquirida por un tercero.

Para ello, los nuevos directivos de Euskaltel tendrán que apalancar a los clientes históricos y de más gasto, una cuestión que puede ser complicada por la existencia del importante intangible que es su carácter identitario y vinculación histórica con el territorio y que puede ir desapareciendo con el paso del tiempo, si como pretende Zegona quiere convertir a la operadora en la quinta en el mercado estatal con el nombre de Virgin.

Ese asalto a un mercado con mucha competencia, con cuatro operadoras que se lo disputan con uñas y dientes, deberá hacerse desde una estrategia low cost para captar nuevos clientes mediante una dura guerra comercial de reducción de precios y tarifas. Un escenario que no desean Movistar, Vodafone, Orange y MásMóvil, que buscan consolidar un sector necesitado de inversiones para poder competir en las nuevas tecnologías que empiezan a llegar como la 5G.

Con este panorama, no es de extrañar que alguna de las grandes compañías trate de hacer desaparecer a este nuevo competidor y por la vía del talonario adquirir al advenedizo, con lo que se completaría la tercera fase de la operación que Zegona quiere hacer con Euskaltel, es decir, su venta.

Con Euskaltel vendida total o parcialmente a un tercero, es muy difícil que pueda sostenerse el arraigo de la compañía en Euskadi, una cuestión que tiene que ver más con el lugar y el entorno donde se toman las decisiones que con el mantenimiento del domicilio social, por mucho que su traslado esté blindado al necesitarse el apoyo favorable del 75% de los accionistas. En Euskadi tenemos casos de compañías y empresas muy importantes que tributan a las haciendas vascas, pero sus centros de decisión y desarrollo están en Madrid.

La presencia de fondos de capital riesgo en nuestras empresas debe generar una gran preocupación por lo que supone añadir incertidumbre al futuro de nuestra economía, si tenemos en cuenta que somos un país industrial y que en el sector manufacturero debe pivotar nuestro desarrollo y progreso.

A bote pronto, en este momento, solo en Gipuzkoa se pueden contabilizar alrededor de siete empresas, alguna de ellas importante, dentro del sector de las tecnologías de la información, en donde los fondos de capital riesgo, que entraron hace algunos años en su capital, se encuentran ya en fase de salida dispuestos a venderlas al mejor postor.

De la misma forma, la segunda sociedad de capital riesgo español puede estar a punto de cerrar la adquisición del líder de comida para mascotas del Estado, cuya sede social y planta productiva se encuentran en Gipuzkoa. Otro ejemplo más de la vulnerabilidad en la que se encuentran un gran número de empresas vascas, sobre todo pymes, bien posicionadas en sus mercados, saneadas financieramente y rentables ante la presencia de inversores financieros y no industriales, cuyo objetivo es maximizar la rentabilidad de la inversión al precio que sea.

Frente a esta situación, es necesario poner en marcha otros instrumentos financieros más operativos, al margen del fondo que lleva anunciando el Gobierno Vasco desde hace ya varios meses, con vocación e intereses en el país que puedan entrar en empresas que por problemas de sucesión o de otro tenor pueden tener un futuro incierto. La ventaja de contar con un sistema fiscal propio puede ser un elemento atractivo para la constitución de sociedades de capital-riesgo vascas en el que los inversores tanto corporativos como particulares puedan tener unos incentivos fiscales por la inversión, cuyas rentabilidades pudieran traducirse en dividendos acudiendo al Mercado Alternativo Bursátil (MAB), sin esperar a su desembolso al final de la operación como sucede ahora. Una propia y eficaz manera de garantizar el arraigo de nuestras empresas en su entorno.